Nadie duda del potencial que tiene la industria nacional de porcinos, una actividad que en las últimas dos décadas no hizo otra cosa más que crecer y tecnificarse ganándose un lugar en el plato de los argentinos cada vez más contundente.
Para continuar, suscribite a Motivar. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITENadie duda del potencial que tiene la industria nacional de porcinos, una actividad que en las últimas dos décadas no hizo otra cosa más que crecer y tecnificarse ganándose un lugar en el plato de los argentinos cada vez más contundente.
Jorge Brunori, reconocido referente del INTA Marcos Juárez, lo pone en números.
“En lo que va de este siglo, crecimos a razón de un promedio anual del 10% tanto en cantidad de madres como en toneladas producidas, un crecimiento exponencial. A pesar de la macro que ha enlentecido esa variable, este año el sector va a crecer otro 5%, similar al año anterior”.
MOTIVAR suma la palabra de Brunori para hacer un primer balance de este año y delinear algunos de los desafíos que presenta la industria porcina de cara al 2024.
“Es un negocio que debemos mirarlo con el ojo del mercado interno. El haber pasado de 6 a 18 kilos de consumo representa hoy un riesgo porque la situación económica pone en jaque la rentabilidad de un negocio que se centra en la eficiencia y la escala”, advierte en este nuevo mano a mano.
MOTIVAR: ¿El sector es consciente de los riesgos que corre al concentrar sus ventas en el mercado interno?
Jorge Brunori: Las medidas económicas como la suba del precio del maíz a partir de los incentivos del Gobierno pone en riesgo la actividad. Esto sumado a la sequía y la falta de granos complejiza aún más la situación.
Es por eso que a los productores no les queda otra que buscar ser más eficientes, es decir, reducir los costos y, a partir de una mayor escala, no solo conseguir mejores precios para la compra de insumos sino también mayores valores del capón que comercializan.
¿Cómo puede ser más eficiente el productor?
JB: La producción en una granja tiene muchos factores que interactúan, desde el cerdo y su mérito genético, el ambiente, la infraestructura, la sanidad y hasta el alimento y su manejo.
Entonces, la eficiencia la medimos en base a la cantidad real de alimento que la granja consume por cada año para producir cada kilo de carne. Es decir, su conversión global.
Un pequeño y mediano productor debe lograr 3,2 kilos mientras que una granja menos tecnificada 2,8 kilos. Si te salís de esos parámetros, la rentabilidad empieza a ser nula y se complica la continuidad.
¿Qué papel juega la escala?
JB: La escala es fundamental porque te posiciona con otro precio en el mercado.
Si por estos días se habla de $ 600 como precio máximo, el promedio está por debajo de $ 500 y eso hace la diferencia.
La eficiencia para reducir costos y la escala para comprar insumos al menor precio y vender al mejor precio el capón se vuelve crucial, pero no hay que olvidar que estamos ante un escenario donde conviven pequeños y grandes productores.
¿Qué futuro les depara a esos pequeños productores?
JB: La gestión es una de las herramientas fundamentales para llegar a la eficiencia e incluso a la hora de pensar en el asociativismo.
No depende de una sola persona, sino que se trata de una mirada integral; del dueño, el asesor profesional que puede ser el médico veterinario y en los espacios de trabajo junto a todos los operarios pensando en las estrategias y escalas.
En otras palabras, nadie puede lograr soluciones en soledad, hay que tener una visión integral con el análisis de datos y determinar cuáles son las responsabilidades que cada uno tiene en la empresa, por lo cual en la actualidad hay que vivir capacitando a los recursos humanos.
¿Y cuáles son los próximos pasos de la industria en la Argentina?
JB: El crecimiento viene por el lado de los grandes jugadores.
Hoy, vivimos una crisis que no tiene que ver con la producción en sí sino con la macro y la inestabilidad política. Las granjas más grandes tienen más espalda, desde el punto de vista financiero, poder de compra y venta y capean mejor la crisis.
Mientras tanto, seguimos perdiendo pequeños y medianos productores, se habla de 2.000 a 3.000 productores, según el Senasa.
Sin embargo, se dan dos situaciones que pueden sonar paradójicas.
Por un lado, aún el 70% de los jugadores son pequeños y medianos por debajo de las 500 madres. Y por otro, el número de animales crece.
¿Están entrando nuevos jugadores al rubro? ¿Cómo se explica el fenómeno?
JB: No, no se ven nuevos actores, sino que crecen los que ya están en el negocio.
Esto tiene que ver con la situación compleja del país, sumada a que la industria tiene una barrera de entrada alta: a la hora de instalar una granja se tiene que hablar de no menos de US$ 6.000 por madre.
Es decir, una inversión alta que aún no tienta a nuevos actores.
Lo que debe crecer en el país son los procesos asociativos desde las empresas que crecen e instalan Sitio 1 y 2, servicio, gestación, parto y destete y le entregan el cachorro de 30 kilos al productor que lo termina en su campo y se entrega al sistema.
Este modelo beneficia sin dudas al pequeño productor.
Otro formato tipo o modelo es el clúster, como en Oncativo, donde no solo está la producción de cerdo sino la elaboración y comercialización de la carne que también tiene buena recepción, donde invierten de forma conjunta en los sitios 1 y 2 y después se llevan los lechones de forma proporcional a terminarlos en sus campos.
Eso es lo que viene y donde debemos trabajar para que los pequeños y medianos sigan jugando.
¿La exportación puede ser un canal de escape?
JB: Un país equilibrado exporta entre 20 y 30% de lo que produce y en contextos como los actuales, con una fuerte devaluación, los hace más competitivos.
Hoy, el mercado externo sigue siendo un desafío porque, a pesar de la leve recuperación de este año, su peso en la industria es insignificante.
Como lo señalé anteriormente, la única herramienta que queda en este contexto es la porcicultura de precisión, ajustando todos los detalles para bajar el costo de producción.
En ese sentido, se debe tener en cuenta la pérdida de comida, la pata sanitaria, el manejo, todo.
Según la escala del productor, debe hacer foco en los detalles para buscar rentabilidad ya no a partir del precio sino del costo de producción.
¿SI Cambia el Gobierno tras las elecciones, cambia algo?
JB: Más allá del color político que tengamos desde diciembre, es sumamente necesario cambiar la visión del campo como un simple productor de materias primas.
La producción pecuaria, desde la ganadería vacuna, porcinos, avícola, huevos y leche, puede aportar una matriz exportadora con precios arriba de los US$ 1.500 la tonelada, que es lo que nuestro país necesita.
Y en ese sentido, el cerdo puede jugar un papel fundamental, tanto como sustituto de la carne vacuna en el mercado interno como el desarrollo de su perfil exportador.
En 2030 podemos estar arriba de los 24 kilos de consumo de carne de cerdo per cápita. Y si hoy Chile exporta 200.000 toneladas y nosotros estamos abajo de las 10.000, el potencial claramente es enorme.
En resumen, la ecuación podría dar como resultado casi el doble de kilos de carne producida en la Argentina en los próximos siete u ocho años.