La industria veterinaria instalada en la Argentina atraviesa un momento de extrema complejidad, con un escenario que obliga a repensar estrategias y revisar cada decisión operativa. “La preocupación es real y abarca a empresas de todos los tamaños”, coincidían distintos referentes del sector consultados por MOTIVAR, al describir un contexto donde confluyen múltiples factores adversos.
Por un lado, la caída sostenida en las ventas de productos veterinarios en todos los segmentos de mercado —principalmente en animales de compañía— ha generado un fuerte impacto sobre la rentabilidad, incluso mayor al registrado en 2024. Y por otro, un factor estructural clave: las nuevas medidas impulsadas por el Senasa, percibidas por buena parte del sector como desordenadas y anárquicas.
“El impacto de los salarios sobre el total de ventas históricamente rondaba entre el 15 y el 17%. Hoy, ese número subió al 22 o incluso al 25%”, explicaban desde las empresas, atribuyéndolo principalmente a la caída en las unidades vendidas, en un contexto donde los precios se mantienen —o incluso retroceden— desde agosto de 2024.
En paralelo, se suman movimientos de mercado que complejizan aún más el panorama: aumentos en la producción de algunas categorías específicas de productos (como reproducción) y la decisión de varias compañías de diversificar su presencia en distintos segmentos distintos a su negocio tradicional, compitiendo por precio.
“Esto ha obligado incluso a los líderes del mercado a ajustar sus precios para no seguir perdiendo participación”, resumían los empresarios.
Las distribuidoras veterinarias también sienten el impacto: muchas ya se replantean si trasladar o no al mercado todas las bonificaciones que reciben. “Luciano, el tema es que si no se vende...”, explicaban en las últimas semanas, con tono preocupado.
El nuevo "cepo" está en el Senasa
Con una postura cada vez más cerrada y sin voceros visibles, el Senasa concentra buena parte de las inquietudes del sector. Y no solo por su falta de comunicación oficial: también por nuevas exigencias sobre productos consolidados en el mercado.
Un ejemplo concreto: las vacunas antiaftosa. En esta edición, nos hubiera gustado brindar información clara sobre cómo avanza el proceso de adecuación a las nuevas exigencias, pero la falta de comunicación oficial nos impide hacerlo. “Estamos complicados con el Senasa. Es una anarquía total”, repetían —una y otra vez— distintos actores del sector privado.
A esto se le suma un cambio conceptual sobre la renovación de los certificados, incorporando pruebas de residuos a productos que históricamente no lo contemplaban.
Como si fuera poco, también crece el foco sobre las habilitaciones provinciales impulsadas por los Colegios de Veterinarios, particularmente en Buenos Aires, con Santa Fe ya en la mira. Todo esto ocurre mientras aún no hay novedades concretas sobre la implementación del nuevo Marco Regulatorio.
¿Y entonces?
La suma de estos factores plantea una realidad desafiante para la industria veterinaria local.
Con debates aún abiertos, decisiones pendientes y una caída generalizada en las ventas, los próximos meses serán claves para definir el rumbo de los laboratorios veterinarios en la Argentina.