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Los productores ganaderos argentinos representan el primer eslabón de la cadena de producción de alimentos. Trabajan incansablemente para producir más kilos de carne o litros de leche, produciendo de esa manera, proteína animal de alta calidad, con la seguridad sanitaria que hoy se requiere.
Los ministros de Salud del G-20 acordaron cuatro prioridades sanitarias globales, dos de las cuales tienen relación directa con la producción primaria del ganado vacuno: su bioseguridad e inocuidad como alimento. En estos conceptos se engloban temas como la resistencia a los antibióticos (por uso sin prescripción / receta veterinaria) y la Tuberculosis.
Para esto cumplir con esto, el país necesita sí o sí que los productores tengan los animales de sus rodeos sanos. ¿Y esto cómo se logra?
Si el objetivo del productor de cría es preñar la mayor cantidad de vientres de su rodeo, en el menor tiempo posible, resulta imprescindible avanzar en el control de las enfermedades venéreas. Las mismas impactan fuertemente en el cumplimiento de esta meta.
El objetivo del productor de cría es tener un ternero por vaca por año. Por lo tanto, su meta será preñar la mayor cantidad de vacas en el menor tiempo posible. O sea, el primer paso para lograrlo es detectar si sus toros tienen tricomonas o campylobacter. Se trata de enfermedades venéreas que tenemos en la región hace más de 50 años y que persisten hoy en el 15 a 20% de establecimientos ganaderos en nuestro país. Un rodeo que tiene una enfermedad venérea preña cada 100 vacas, entre 40 a 70 dependiendo de cual enfermedad afecte al rodeo.
En el laboratorio de diagnostico tenemos las pruebas puestas a punto desde hace mucho tiempo para detectar los toros portadores o enfermos, e invertimos cada vez más dinero y esfuerzo en poner en marcha técnicas moleculares para aumentar la sensibilidad y especificidad. En otras palabras, para que no queden toros positivos sin sacar en el rodeo. Cabe entonces la pregunta: ¿por qué no baja la prevalencia de las enfermedades venéreas?
Lamentablemente, el laboratorio no es el único eslabón de la dicha cadena. Hay otros puntos críticos a controlar para evitar la situación actual. Estos son:
Un punto central para el control de las enfermedades venéreas tiene que ver con que el productor cuente con un servicio estacionado en 90 días como máximo, ya que hay productores de punta que preñan sus vacas en 60 días.
Resulta estratégico que los establecimientos avancen en consolidar servicios estacionados en 90 días como máximo. Esto sin dudas facilitará todos los trabajos que, junto al médico veterinario, en ese rodeo se llevarán adelante a lo largo del tiempo.
De esta manera se facilitan “todos” los trabajos sanitarios, tanto en los terneros nacidos, como en las vacas paridas. Por ejemplo, seremos más eficientes dando una vacuna contra la diarrea neonatal de los terneros en el último tercio de gestación; programando la nutrición de todas las vacas preñadas según la disponibilidad de pasto o reservas y concentrando las pariciones para tener el personal disponible solo en los 2 meses de parto para su atención, evitando así muertes al nacimiento o perinatales.
Es estratégica la aplicación de vacunas sobre todo el rodeo susceptible de contraer enfermedades reproductivas y otra asociadas, en el momento indicado y siempre bajo la supervisión de un médico veterinario. Más allá de estos, uno de los mayores beneficios para el bolsillo del productor será tener una tropa de terneros pareja en kilos cuando se desteta, pudiendo defender mejor el precio de venta de su producto.
Si bien estas enfermedades venéreas no se transmiten al humano, y claramente no son tratadas en el G 20, vienen siendo un flagelo importante para poder desplegar todo nuestro potencial ganadero, y aumentar unos puntos en los porcentajes de destete, con alto impacto para el ingreso de divisas a nuestro país. Que quede claro, antes de correr, tenemos que caminar y para eso es fundamental dar nuestro primer paso.
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