No hace mucho estábamos más que acostumbrados a decir “los toros de cabaña valen, aproximadamente, 1.000 kilos de novillo. Las cabañas fueron evolucionando, el mercado fue cambiando y fuimos acompañando el aumento: de 1.000 kilos de novillo a 1.100, a 1.500 y la tendencia siguió en alza hasta alcanzar hoy valores cercanos a los 2.500 kilos. En ese contexto, nos corresponde a los profesionales del sector, analizar cuál es el valor de preñar una vaca por monta natural y qué herramientas deberíamos discutir para aumentar su eficiencia.
¿Cuánto vale preñar una vaca por servicio natural?
Debo aclarar que lo que pretendo en este caso es trasladar a colegas, amigos e interesados la idea y el método, antes que el resultado. Y quienes me conocen saben que muchas veces peco de “desprolijo” para algunos números, priorizando que sean para todos más entendibles. Voy a expresar todos los valores obtenidos en kilogramos de novillo, tomando como referencia el Índice de Novillo del Mercado Agroganadero de Cañuelas.
Hoy un buen toro de cabaña reconocida, al que se accede por remate (lo cual permite otras condiciones de financiamiento) vale, aproximadamente, 2.400 kilos. Sabemos que, cada vez que compramos un toro, es porque en contrapartida, vendemos un toro de descarte, el cual -si no está muy mal parado- puede tener un valor de unos 400 kilos (siempre expresado en la misma unidad).
Lamentablemente estos reproductores suelen tener una tasa de mortandad más elevada que el resto del rodeo, que en mi experiencia calculo que ronda un 5%. En términos matemáticos debo restar ese 5% al toro de venta, por lo que los kilos que yo venda serán 380.
¿Cuánto dura un toro?
En mi experiencia, 4 años. La tasa de descarte más frecuente es por problemas de pene, prepucio o tren posterior. Si lo que quiero es calcular el costo de un toro por año, debería dividir esos 2.020 kilos por 4 (técnicamente, es calcular la cuota de amortización de un bien durable). Sería un equivalente a responder a la pregunta: ¿Cuántos kilos debería guardar por año para que, al cabo de 4 años, pueda volver a comprar un toro? El cálculo es: 2.020 dividido 4, es decir, 505 kilogramos.
¿Qué otros gastos debería tener en cuenta por año?
Bueno, esto es variable según la estrategia de cada campo, pero sin ánimos de agotar la lista, unos 24 kilos de gastos en sanidad (raspajes y otros), más el gasto de pastoreo, que según la zona y el precio del alquiler pueden ser unos 60 kilogramos por animal, por año. ¿Qué pasa si no estoy alquilando campo? El análisis es más complejo, porque se podría tomar como valor lo que se deja de ganar por tener una vaca en ese mismo espacio, o un ternero de recría, o se podría poner el mismo valor, pensando que, aunque el campo sea tuyo, es una forma de valorizar en las cuentas el recurso tierra.
En pos de simplificar el análisis, no voy a tener en cuenta otros gastos de estructura (personal, etc.) por su baja incidencia, ni el costo por la inmovilización del dinero que significa comprar cada toro, ya que sería bastante difícil tener un criterio homogéneo en cuanto a qué tasa se toma como referencia para comparar esa inmovilización.
Entonces, por año:
505 kg. (amortización) + 24 kg. (sanidad) + 60 kg. (pastoreo) = 589 kg. anuales.
Con un porcentaje de toros del 4% y un porcentaje de preñez del 80%, el impacto del valor por vaca preñada es de casi 30 kilogramos de novillo.
¿Cuánto hubiera sido si el toro tuviera un valor de 1.000 kilos de novillo? 12 kilos.
¡Esto representa un incremento del valor de un 250% con respecto al valor histórico!
¿Qué podemos hacer?
“La turbulencia es la norma, la estabilidad es la excepción”, afirma Nassim Taleb, quien nos empuja a fortalecer lo que él denomina sistemas antifrágiles, que se adaptan y fortalecen con los cambios repentinos del entorno.
“Muchas veces compramos toros sin evaluar capacidad de servicio y dejamos librado a la suerte si puede montar o no”. “Muchas veces compramos toros sin evaluar capacidad de servicio y dejamos librado a la suerte si puede montar o no”.
Mi principal área de trabajo es la gestión, por lo cual el respeto por los colegas de reproducción de los campos que asesoro o administro es absoluto y no negociable. Y mi orientación proviene de las conversaciones que tengo con ellos, los dueños y gerentes, y el personal del campo. Y las conclusiones a las que arribamos observando, para cada caso, la factibilidad o no de cada una de las propuestas.
Lejos de agotar la lista, estas son algunas de las ideas que estamos trabajando:
Inseminación artificial como recurso estratégico
Hoy mi cálculo de costo por vaca preñada por inseminación artificial es de 22 kilogramos. En mi caso en particular no puedo ni quiero reemplazar todos los toros por inseminación: no puedo, porque no tengo instalaciones ni capacidad operativa en campos de monte natural, no quiero porque en ocasiones me cuesta mucho mover el ternero cola al pie de la madre (aunque podría pensar en destete precoz sistemático).
Las ideas que me quedan abiertas son las siguientes:
- Podría aumentar la tasa de reposición de vaquillonas, inseminar sin repaso y descartar todas las vacías; con ello bajaría un poco el requerimiento de toros para esta categoría.
- En campos más limpios o accesibles, la idea de inseminar y resincronizar rodeos generales retoma fuerza. El valor de la vaca de descarte en buen estado toma también otro rol en la ecuación como fuente de ingresos en la empresa, favorecido por un mercado externo que está lejos de ser abastecido. Dos inseminaciones, aumento de cabeza de parición, progreso genético… la lista de beneficios sería larguísima.
- Tengo colegas profesionales del sector que (como yo) no se animan a afirmar que pueden reducir drásticamente el porcentaje de toros cuando inseminan, debido a que las sincronizadas y no preñadas por inseminación, tienen luego los celos acumulados 21 días después, sobreexigiendo a los toros ¿será que se justifica bajar la cantidad de vacas sincronizadas por día, de manera de distribuir un poco más en el tiempo el trabajo en los toros de repaso?
Capacidad de servicio
Muchas veces - la mayoría-, compramos toros sin capacidad de servicio hecha. Miramos circunferencia escrotal como potencial indicador reproductivo del toro, y dejamos librada a la suerte la eventualidad de si puede montar o no: confiamos en la cabaña en caso de tener problemas por una eventual devolución o reconocimiento.
“En genética, dos más dos no siempre es cuatro”. “En genética, dos más dos no siempre es cuatro”.
Estos nuevos valores no permiten desprolijidades. Será la hora en la que también empecemos a exigir estas pruebas. Será la hora en la que también más cabañas lo ofrezcan como valor agregado. Será la hora de tomar en cuenta el potencial de entore para trabajar sobre el porcentaje de toros a asignar a nuestros rodeos. La práctica es vieja, está recontra probada, la usamos muy poco, la exigimos menos.
Longevidad
Los toros más longevos son los que tienen menor tasa de reposición. Entonces, ¿existen evidencias científicas que sostengan la teoría de que una recría más lenta favorecería la duración a campo de los toros, por no sobreexigir su aparato musculoesquelético en etapas tempranas del desarrollo con altos sobrepesos, típicos de la presentación en los remates?. De existir, ¿no será hora de que las cabañas también pongan límites de engrasamiento y peso sobre sus productos finales? En este punto tengo mis dudas, pero les dejo los disparadores a colegas y cabañas amigas para que abramos las discusiones.
¿Hacer toros propios?
Se puede, pero no siempre es tan fácil. Verán que muchas veces las cabañas donde compran los reproductores tienen un gran sistema de invernada alimentado por su venta de descartes. Me pasó (y no una, sino varias veces) tener vacas puras de pedigree, inseminarlas y que las crías sean impresentables como reproductores. En genética, dos más dos no siempre es cuatro.
Sin ánimos de agotar la lista, quedan lanzados algunos disparadores sobre los que voy a trabajar y reforzar con miras hacia el futuro. Ya todos sabemos que vivimos en sistemas turbulentos y nos gustaría tener otro tipo de certezas, pero podemos hacer cosas para planificar sobre encima de esto, podemos hacer muchos cambios.
Lo que de ninguna manera podemos hacer es quedarnos inmóviles, esperando que el entorno cambie hacia alguna “normalidad”, que no deja de ser otra cosa que una construcción de nuestro imaginario.
* Ricardo Gutiérrez es médico veterinario, especialista en Gestión Agropecuaria y docente en la FCV de la Universidad de La Pampa.