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SUSCRIBITE Hoy en nuestra ronda de mates voy a sentarme con los propietarios de los campos donde como veterinarios nos toca ir a trabajar. Quizás genere enojos y, seguramente, algún “yo no”.
No voy a generalizar, pero… “al que le entre el sombrero, que se lo ponga”.
No hace mucho, día de manga. Manga para renegar. Manga donde tuvimos que estar atentos para cuidar al personal, a la hacienda y por qué no, a nosotros mismos.
Y en el trámite de cuidar eso, descuidamos la prolijidad del trabajo que fuimos a hacer. Fueron pocas las vacas que tacté… ¡pero terminé como si hubieran sido 1.000!
Sin correr carreras, sin apurarnos para terminar. Fue un día más de trabajo.
Si podemos trabajar, es porque somos y estamos sanos. Pero, siempre es mejor si trabajamos sin riesgos.
No importa si tuve que arrodillarme para tactar. Pude trabajar.
Demás está aclarar, que ya pensé en el Bienestar Animal. A veces, las mangas, son lugares en los que arriesgamos nuestra integridad física, no por ello debemos negarnos a trabajar. Y esto de estar sanos, es algo que debemos cuidar. Porque como todos los veterinarios sabemos, tanto en nosotros como en los operarios, nuestra herramienta de trabajo es el cuerpo: brazos, manos y piernas con sus respectivos pies.
¡Ah! Y la cabeza, la que nos trajo a ser lo que somos: seres pensantes.
No seremos ni más ni menos “machos”, corajudos o valientes, porque perdamos un tiempito de la jornada laboral en adecuar el lugar de trabajo, previniendo los posibles accidentes a nosotros, a las personas que nos están ayudando y a los animales.
Sino leamos la primera estrofa de “Hombre” de José Larralde, para darle el valor que se merecen nuestros brazos: “No tengo más fortuna que estos dos brazos que Dios me ha dao, si no han tocao la luna es porque no han probao. Mis brazos hacen todo cinchando por un pan bien ganao, y no le encuentro el modo pa’ que estén olvidaos”.
No deberíamos estar pensando en cómo nos vamos a cuidar, sino en hacer nuestro trabajo de la mejor manera, por lo cual, además recibimos una remuneración.
Y el resultado del mismo será el mejor si solo pensamos en lo que debemos hacer.
Cuando recién nos recibimos, somos jóvenes y cuando adquirimos la experiencia, ya estamos grandes. Tanto al arrancar, como ahora, debemos cuidarnos.
Evitar un accidente, es asegurarnos la vida y el trabajo. Ninguno de nosotros, que soñamos por mucho tiempo tener esta profesión y ejercerla, quiere que dure poco.
Todo lo contrario.
País ganadero, país del siglo XXI y todavía debemos pensar que el productor se olvidó de pensar que en “eso”, que muchas veces llaman manga, nosotros, su personal y su capital hacienda –que no es poco-, debemos arriesgarnos al trabajar. Por ello, hoy sentí la necesidad de dejarlo escrito.
Para aquellos colegas que recién arrancan, o para los que van a hacerlo, sepan:
Hay que tener cuidados, que a veces los subestimamos.
No es temor el querer cuidarse y cuidar.
El ser campero, se demuestra también usando la razón más que la bruteza.
La manga debe ser un lugar de trabajo confortable, no digo como una oficina, pero sí con techo para la sombra y la lluvia, “estable”, sana y mantenida. Sombra, que no estemos esperando la hora para que los árboles den su bendecida sombra donde estamos trabajando. No olviden lo tan trillado de aristas de maderas rotas, cómo deben estar e ir colocados los tornillos de las tablas. El yugo, “aprieta vacío”, puertas laterales, cierren bien.
Que las trancas corran sin trabarse y estén enteras.
Que por allí pasarán animales, sustento del sistema productivo y generadores de divisas, para la empresa ganadera.
Que, por allí, estarán trabajando sus empleados y que también deben cuidarlos.
Que, por allí, pasará también el veterinario. ¿Es mucho pedir?
Estamos atentos a lo que la sabiduría de Grandin Temple nos legó en cuanto a formas, circulación, materiales, etc. Nos acordamos de usar la bandera, evitamos los ladridos –para no escuchar un: “¡Juira de ái!”, no usamos la picana, el golpe, el grito. Pero el mantenimiento y funcionalidad de la manga también son fundamentales.
Llegar, organizarse, distribuir tareas y funciones, revisar las instalaciones, no es tiempo perdido. Es tiempo ganado.
La ronda de mate se paró. El agua se enfrió y veo que algunos se fueron. Se habrán ido enojados o a poner en marcha, como corresponde, la tan mentada manga, para que de verdad sea una manga.