Si de algo no tenemos dudas es del aceitado vínculo que hemos generado con los médicos veterinarios de todo el país.
Para continuar, suscribite a Motivar. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITESi de algo no tenemos dudas es del aceitado vínculo que hemos generado con los médicos veterinarios de todo el país.
Sin importar sus edades, ni los rubros en los cuales se desempeñen, los profesionales encontraron en este Periódico MOTIVAR un medio en donde trasladar sus inquietudes y poner sobre el tapete distintas situaciones que afectan el normal desarrollo profesional a campo.
Y es en este sentido que, a lo largo de los últimos días, nos han reenviado una información suministrada y distribuida por la Sociedad Rural de General Lavalle (Buenos Aires) a sus asociados, en la cual se sostiene que está en marcha la segunda campaña de vacunación antiaftosa para la totalidad del rodeo hasta el 30 de diciembre.
Hasta aquí todo normal.
Sin embargo, el comunicado enviado por mail agrega: «Los productores que elijan a un veterinario privado -acreditado ante el Senasa- para realizar las vacunaciones, deben saber que la mala aplicación de una vacuna es responsabilidad exclusiva de él mismo y del profesional interviniente, al igual que un accidente del veterinario en el campo del productor debido a que el veterinario acreditado realiza su labor profesional en forma autónoma». A esto nos referíamos con aquello de que el camino a transitar no sería sencillo luego de la derogación de la Resolución N° 624 y la puesta en marcha de la N° 368 de 2011.
Las autoridades de las entidades profesionales ya habían advertido que los cambios normativos -a partir de los cuales se les devuelve cierto protagonismo a los veterinarios tanto en la aplicación, como en la comercialización de la vacuna antiaftosa- representaban sólo un primer paso hacia la solución de la problemática.
Más allá de esto, no puede dejar de mirarse con asombro la cantidad de barreras (administrativas, burocráticas y comunicacionales) que se les siguen planteando a los profesionales que pretenden hacer uso de sus incumbencias en distintas provincias de la Argentina.
Seguramente que este «llamado de atención» realizado por la Sociedad Rural en cuestión no impedirá que aquellos que confían en sus asesores, les encomienden sin inconvenientes estas tareas. Sin embargo, se trata de una acción que plantea un supuesto «alerta» sobre la participación de los veterinarios privados y, sin dudas, mal predispone la decisión de otros.
Este es tan sólo un ejemplo de una realidad sobre la cual sin dudas la profesión deberá trabajar: el vínculo real que existe con los representantes de las actividades productivas.
Resulta complicado creer que será factible avanzar en un mayor asesoramiento a campo en búsqueda de más eficiencia o en una cada vez más intensa incorporación de tecnologías sanitarias por parte de los productores, si no se clarifica el vínculo actual entre las partes.
Alguna vez hemos hablado sobre la confianza que generan los veterinarios en sus clientes como hecho diferenciador y generador de nuevas oportunidades. Sería interesante ahora avanzar en definir a qué tipo de confianza nos referimos.
Estamos frente al inicio de un nuevo año: todo es posible.