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Sanidad vegetal

Trigo: claves para enfrentar la mancha amarilla

La mancha amarilla es una amenaza constante para el trigo. Su manejo requiere estrategias integradas desde la semilla hasta la aplicación de fungicidas.

10 de octubre de 2025 - 08:00

La mancha amarilla es una de las enfermedades foliares más frecuentes en el cultivo de trigo. Provocada por un hongo con alta capacidad de dispersión, afecta el área fotosintética y compromete el rendimiento. Su control exige diagnóstico preciso, monitoreo constante y un enfoque integral de manejo desde el inicio del ciclo productivo.

Afecta principalmente las hojas y puede manifestarse desde etapas tempranas hasta el llenado de granos, degradando la superficie fotosintética y reduciendo rendimiento. Además del trigo, este patógeno, tiene un amplio rango de hospedantes como cebada, centeno, entre otras gramíneas.

Según la fitopatóloga Cristina Palacio, Directora del Laboratorio de Sanidad y Biotecnología Vegetal SIEF, “es una enfermedad recurrente que aparece todos los años en las zonas de producción, especialmente si hay variedades susceptibles.” Esta situación se puede visualizar en los mapas de enfermedades de REM, donde se evidencia año a año la presencia de mancha amarilla en una gran extensión del área productiva del país y la consecuente necesidad de aplicaciones fungicidas foliares para su control .

Condiciones predisponentes

Se trata de un hongo necrotrófico que persiste en los rastrojos, donde forma estructuras reproductivas. Tras la infección, produce conidios en las lesiones que permiten su diseminación secundaria.

Las condiciones que favorecen su aparición incluyen temperaturas idealmente entre 18 y 28 °C, combinadas con períodos prolongados de humedad foliar (rocío, lluvias o alta humedad relativa), requiriendo unas 30 horas de mojado foliar para una infección efectiva.

La presencia de rastrojos infectados del trigo del año anterior en el lote actúa como la principal fuente de inóculo inicial. Una vez establecida, la dispersión del inóculo secundario se realiza eficientemente a través del viento y el salpicado de la lluvia.

Síntomas en el trigo y su diagnóstico

Los síntomas de la mancha amarilla, puede confundirse con otras enfermedades foliares del trigo, por lo que se requiere un diagnóstico cuidadoso. Los daños comúnmente aparecen como pequeñas manchas lenticulares de color castaño-amarillento o amarillo limón.

Generalmente comienzan en el tercio inferior de las plantas y luego ascienden a la parte superior. Con el avance de la enfermedad, las lesiones se expanden, adoptan color pajizo/necrótico y quedan rodeadas por un halo clorótico bien definido. En ocasiones se observa una zona más oscura al centro de la mancha, lo que le da aspecto de “ojo” característico.

Esta enfermedad reduce la superficie fotosintética activa del trigo y, en consecuencia, la capacidad de la planta de generar y acumular biomasa en grano. Dependiendo de la variedad del cultivo, la enfermedad puede comenzar desde etapas de macollaje, lo cual puede presentar un problema más adelante si no se controla.

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Síntomas de mancha amarilla en trigo.

Síntomas de mancha amarilla en trigo.

El mayor riesgo ocurre cuando progresa hacia las hojas superiores (hoja bandera y sub-bandera) en etapas de llenado, ya que estas aportan más del 70% del rendimiento final. “Valores de severidad mayores a 30-40% pueden ocasionar pérdidas de rendimiento de hasta 20%”, advirtió Palacio.

En escenarios severos, las pérdidas pueden ser significativas y se agravan cuando se combinan con otras manchas foliares en un complejo de enfermedades de hoja. La permanencia de rastrojos infectados en superficie favorece que la enfermedad se repita campaña tras campaña, aumentando la presión de inóculo.

Semillas, rotaciones y fungicidas

En cuanto al manejo de esta enfermedad, la especialista destacó cuáles son los puntos a tener en cuenta para mantener a este patógeno en niveles que no afecten significativamente al cultivo:

Semillas de alta sanidad: la primera medida es arrancar con semillas libres de patógenos, ya que cuando ingresan por esta vía son muy difíciles de erradicar. Si se utiliza semilla propia, es fundamental realizar test de patología previo a la siembra para conocer la carga de patógenos.

Elección de cultivares: optar por variedades con buen comportamiento sanitario frente a la enfermedad.

Rotación de cultivos: el monocultivo de trigo favorece la permanencia del inóculo en el rastrojo; alternar con otros cultivos reduce la presión de la enfermedad.

Rotación de cultivares de trigo: medida complementaria que ayuda a diversificar y reducir riesgos.

Uso de fungicidas: aplicar productos específicos y en el momento adecuado. Para sostener la eficacia, es imprescindible rotar modos de acción, dado que ya se detectaron resistencias a ciertos principios activos.

Estado de resistencia

La resistencia a fungicidas de sitio específico se origina por mutaciones que alteran la proteína objetivo, permitiendo la supervivencia y multiplicación de individuos resistentes. Bajo la presión del fungicida, estas mutaciones se expanden hasta volverse dominantes, atravesando tres etapas: emergencia, selección y ajuste.

Existen dos tipos de resistencia relacionados con la naturaleza del activo: la cualitativa ("todo o nada"), causada por pocas mutaciones que confieren resistencia total (como la mutación G143A en estrobilurinas); y la cuantitativa, más compleja, que involucra múltiples mutaciones y se manifiesta como una pérdida paulatina de la sensibilidad (relacionada con carboxamidas y triazoles).

Específicamente, para la mancha amarilla, el 90% de los aislamientos del patógeno (Drechslera tritici-repentis) posee la mutación G143A, según trabajos publicados en 2021 por Sautua y Carmona (FAUBA). Esta mutación confiere resistencia cruzada total, invalidando el uso de todas las estrobilurinas (aunque se haya probado con azoxistrobina, la mutación no discrimina entre activos del grupo), lo que sugiere que la población se encuentra en una etapa de ajuste donde es necesario cambiar los ingredientes activos.

Respecto a los triazoles, si bien se ha observado una baja en la eficiencia de activos como el ciproconazole y el tebuconazole (pérdida de sensibilidad), aún existen otros triazoles que pueden ser efectivos y contribuir al control. Finalmente, en lo que respecta a las carboxamidas, la población de mancha amarilla mantiene una buena sensibilidad, por lo que estos activos suelen ser muy eficaces para el control de la enfermedad.

FUENTE: Aapresid

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