A lo largo de 2024, la avicultura argentina enfrentó un contexto económico complejo que puso a prueba su estructura, su eficiencia y su capacidad de respuesta. Lejos de paralizarse, el sector logró adaptarse y sostener su rol estratégico dentro del entramado agroindustrial del país.
A pesar de la caída en la cantidad de aves reproductoras, un indicador que normalmente anticipa problemas productivos, se registró un crecimiento del 0,74% en el volumen de las carnes producida, que alcanzó las 2.304 mil toneladas. Esta leve pero significativa suba da cuenta de mejoras en los índices de conversión y en el aprovechamiento del stock disponible, lo que refleja una mayor eficiencia en la faena y en la gestión productiva de los establecimientos.
Uno de los aspectos que mejor describe este año para el sector es el desempeño exportador. Tras un 2023 marcado por la emergencia sanitaria provocada por la influenza aviar, en 2024 el comercio exterior mostró signos claros de recuperación. Las exportaciones de carne aviar alcanzaron las 185,8 mil toneladas —por un valor de 222,2 millones de dólares FOB— lo que representa un aumento del 15,7% en volumen y del 23,2% en valor frente al año anterior. La apertura de mercados, especialmente en Asia y Medio Oriente, fue clave para esta mejora.
Sudáfrica, Vietnam, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos se destacaron entre los principales destinos. También se exportaron subproductos como harinas y grasas, y ovoproductos por más de 28 millones de dólares. Aunque la relación exportación-producción aún se ubica en el 8%, el repunte muestra un potencial concreto de expansión.
Mercado interno
En lo que respecta al mercado interno, el consumo de carne aviar se mantuvo relativamente estable, con un promedio de 45,16 kilos por habitante al año, apenas un 1,17% por debajo del 2023.
Esto es especialmente relevante si se considera el fuerte incremento en los precios: el pollo eviscerado mayorista aumentó más del 200% interanual, mientras que en el nivel minorista el alza fue del 208,4%, según datos oficiales del INDEC.
Aun así, el consumo resistió, dejando en claro la importancia del pollo como una proteína accesible y central en la dieta del argentino promedio. En términos relativos, la carne aviar se mantuvo más competitiva frente a otras proteínas: la carne bovina, por ejemplo, registró una caída del 8,7% en su consumo per cápita, ubicándose apenas por encima de la aviar.
La producción de huevos también mostró una performance positiva, alcanzando los 17.432 millones de unidades, un 10,3% más que en 2023. El consumo interno acompañó esa tendencia, con un alza del 7,9% y una ingesta estimada de 357 huevos por habitante al año. Sin embargo, la industrialización de huevos bajó un 4,6%, lo cual marca una reconfiguración del destino de la producción, con más peso en el consumo directo y menos en la transformación industrial. Las exportaciones de ovoproductos también se consolidaron, con Japón, Chile y Colombia entre los principales destinos, aunque no se registraron exportaciones de huevo en cáscara.
Distribución e importaciones
En cuanto a la distribución territorial, el mapa de la avicultura sigue mostrando una fuerte concentración geográfica: el 48,5% de los establecimientos se encuentra en Entre Ríos y el 31,3% en Buenos Aires. Esto evidencia una centralización productiva en la región centro-este del país, sostenida por condiciones logísticas, disponibilidad de insumos, infraestructura y experiencia técnica. Otras provincias como Santa Fe, Córdoba y Mendoza tienen una participación menor pero estratégica, con potencial de desarrollo.
A pesar de que las importaciones de carne aviar crecieron casi 400% en volumen, siguen siendo marginales en relación al total consumido, y responden más a estrategias de abastecimiento puntual que a una sustitución real de la producción nacional. En cambio, las importaciones de genética aviar mostraron una dinámica mixta: mientras cayó el ingreso de genética pesada (-8,3%), aumentó la genética liviana (+13,7%), reflejando decisiones estratégicas de mediano plazo en función de la estructura reproductiva.
Resiliente
En conclusión, 2024 fue un año que exigió mucho al sector, pero también ofreció señales claras de su capacidad de resistencia, reconversión y proyección. La avicultura argentina no solo mantuvo sus niveles de producción y consumo en un contexto de crisis, sino que recuperó terreno en exportaciones y fortaleció su posicionamiento internacional.
El aumento sostenido de precios permitió sostener la rentabilidad, aunque también generó tensiones con los consumidores. En este delicado equilibrio entre costos, oferta y demanda, el sector avícola logró seguir avanzando, consolidándose como un actor clave en la seguridad alimentaria, la generación de empleo regional y la obtención de divisas para el país.
FUENTE: AviNews