"La primera vez que pisé La Biznaga sabía muy poco de equinos, pero hoy puedo decir que pasé gran parte de mi vida en el haras y ahora tengo un tremendo desafío acá en Chile”.
Quien habla del otro lado de la Cordillera es Martín Alberto Ferrari, médico veterinario argentino que acaba de tomar las riendas de Haras don Alberto, la firma equina de la familia Heller Solari, herederos del gigante chileno Falabella. Para Ferrari trabajar a la par de apellidos destacados no es cosa nueva.
Pasó más de tres décadas en el haras emblema de la familia Blaquier, en Estación Islas, pero cuando planeaba su retiro en 25 de Mayo, donde junto a su esposa y colega, Juliana Raffo, montó un laboratorio de análisis, Roberto “Coco” Bullrich lo puso en contacto con Ricardo Poblete, gerente general de Haras don Alberto y terminó armando las valijas para volver a empezar.
“Me encantan los caballos y cuando me dijeron que se vendía La Biznaga no lo podía creer, porque hay un apego muy grande más allá de lo económico y profesional”, confiesa Ferrari en diálogo con MOTIVAR.
El costo de producción, incluida la amortización de los campos, demanda entre US$ 8.000 y US$ 11.000 al año.
“Tengo 62 años y es una caricia al alma que me venga a buscar uno de los mejores haras de Sudamérica, por ese tomé el desafío y desde el 3 de enero me instalé en Los Ángeles, al sur de Santiago, como gerente de producción”, agrega quien está a cargo de un stud con 430 yeguas y cuatro padrillos permanentes, además de los que suelen venir cada temporada desde los Estados Unidos, donde la familia chilena también tiene un haras.
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Un modelo perfectible
En los hechos, Ferrari es el gerente de producción de Haras don Alberto, es decir, es el responsable de los animales desde la preñez hasta la entrega de los caballos de cuida, dos años más tarde.
“Una de las primeras cosas que queríamos modificar con el equipo era el encierre, porque ellos encierran mucho los caballos, tienen un manejo diferente a lo que solemos hacer en la Argentina. Sin embargo, en cuanto a los resultados finales los potrillos son exactamente iguales, donde la única diferencia puede encontrarse en la mansedumbre”, analiza el profesional y acota: “Si bien los caballos deben estar al aire libre y hacer ejercicios, en este caso, no impide que el haras chileno gane todas las estadísticas desde hace años”.
En resumen, el modelo argentino es totalmente a campo y solo se encierra la categoría cuida, a partir del año y medio, tanto para venta o aquellos destinados a correr.
En cambio, el manejo en Chile es más intensivo donde, en este caso, hay cerca de 120 personas para 1.300 cabezas.
Con su llegada, Ferrari propuso sumar otro colega argentino que había terminado en Dubai de modo que el staff de profesionales veterinarios saltó de tres a cinco este año.
A su vez, recuerda que, en este caso, él no tendrá un rol de veterinario, sino que será el responsable de la producción.
“Tengo en mira varias cosas que se pueden modificar”, adelanta.
En ese sentido, cuenta a MOTIVAR que piensa incorporar un estudio nutricional como lo hacían en la Biznaga, de la mano de la Dra. Angélica Chiappe, titular de la cátedra de Fisiología de la UBA. “Los caballos están muy bien, pero me gustaría corroborar si están en los niveles correctos de minerales y energía y para eso hay que tener muestras, datos y ajustar donde se debe ajustar, pero enviar sangre y suegro de un país a otro no es sencillo. Apenas tenga el ok lo vamos a hacer”, afirma Ferrari y aporta solo un número: “En materia de medicamentos se invierten no menos de US$ 130.000 anuales”.
“La zona es deficitaria en selenio y acá cada tres meses se dan inyectables para cubrir el déficit por lo cual quiero ver si lo podemos incorporar en el alimento balanceado”, analiza el ahora gerente de Producción de Haras don Alberto, firma que obtiene parte de su abastecimiento nutricional de campos propios que la familia tiene en la Patagonia chilena.
La zona es deficitaria en selenio y acá cada tres meses se dan inyectables para cubrir el déficit por lo cual quiero ver si lo podemos incorporar en el alimento balanceado. La zona es deficitaria en selenio y acá cada tres meses se dan inyectables para cubrir el déficit por lo cual quiero ver si lo podemos incorporar en el alimento balanceado.
“Al ser argentino es difícil implementar los cambios, primero me tienen que conocer como persona, que crean en mi proyecto y que ellos también estén seguros de lo que propongo”, confiesa una vez más Ferrari que debido al número de animales, decidió que la única manera de lograr esos cambios es viviendo en Chile.
La experiencia La Biznaga
“La nutrición y la sanidad son los dos pilares de la producción de un haras”, dispara Ferrari y recuerda que, en La Biznaga, tenían un muy buen plan sanitario con controles regulares desde parásitos vía conteo HPG cada tres o cuatro meses, y con respecto a la nutrición, si bien contaban con un responsable, los veterinarios terminaron tomando la posta. “Controlábamos mucho los pesos y las enfermedades ortopédicas del desarrollo porque cuando empieza a “patinar” la pata nutricional aparecen esas dificultades con diversas patologías, según la edad. Teníamos todo muy controlado en base a índices internacionales como referencia y nuestros números siempre estaban incluso por debajo”, explica quien conserva junto a su esposa y colega un laboratorio de análisis clínicos en 25 de Mayo.
“El costo de producción en un haras como La Biznaga, incluido la amortización de los campos, demanda entre US$ 8.000 y US$ 11.000 por animal. Ese mismo monto se estima para lo que se hace hoy en Chile”, compara Ferrari y acto seguido advierte: “El 99% de los haras son deficitarios y solo se puede ganar dinero a partir de machos que ganen carreras de grupo uno para luego avanzar en su comercialización”.

Carlos Pedro Blaquier, recientemente fallecido, era un gran entusiasta de la actividad y sin conocer al detalle el tema, tomaba todas las decisiones económicas. Para Ferrari, fue un empresario brillante que trasladó su pasión por el turf a uno de sus hijos, Charly Blaquier Arrieta que “siempre estuvo en tema”. Por su parte, el interés de Carlos Heller Solari por el turf es herencia de la madre y sus abuelos, es algo de familia, al menos, desde 1987.
“A nivel mundial, si bien la pandemia significó un parate para la actividad, en los últimos años empezó a repuntar y la disciplina está en buen momento. Solo en la Argentina se han pagado hasta cerca de US$ 200.000 por algunos caballos en los últimos remates”, lo pone en números Ferrari y da una pista para elegir los mejores: “Observás el pedigree y la conformación. Puede haber animales de dos años que aún no corrieron y se pagan esos montos, quiere decir que la actividad sigue firme”.
Los años dorados
Martín Alberto Ferrari nació en Mar del Plata, pero desde que terminó la carrera en la UBA gran parte de su vida la transitó viviendo con su familia en La Biznaga.
“Me salió una oportunidad de hacer una pasantía en el haras donde estuve un año, para mí el mejor del país, tremenda organización, yeguas madres y resultados, se trabajaba muy bien”, recuerda a mediados de los años 80.
“Luego, me fui al haras Alentue, de la familia Taquini, donde pasé un año hasta que volví a Mar del Plata donde con Francisco Crende, un gran amigo, abrimos una veterinaria y siempre trabajamos de la mano de caballos de carrera en diversos haras”, cuenta Ferrari que, en 1988, recibió el llamado de La Biznaga para sumarse definitivamente a su staff.
“Fueron años de aprendizaje a la par de entrañables colegas, como el jefe veterinario Gustavo Bado, cargo que terminé ocupando en 1993, Ricardo López Echenique, Susana Wacholder, Leticia Marco, Juan Pablo Mondeli, Florencia Nerone y mi esposa en neonatología”, repasa algunos de los nombres de colegas que participaron activamente en La Biznaga, haras que llegó a contar con 550 yeguas madres y al menos siete padrillos para cerrar sus puertas con solo 137 ejemplares en 2018.