Vivimos tiempos de película, impensados, que han quebrado nuestro día a día. Tiempos que nos hacen desear volver a la rutina tan añorada. Enfrentamos la pandemia del COVID 19, que ha aparecido en forma inesperada (¿o ya lo habían predicho tantas veces los investigadores que este era un escenario posible?) y que ha trastocado al mundo entero. Sin embargo, en 2006, también predicha por la ciencia, aunque con menos bombos y platillos, la historia de la salud en Argentina cambiaba: se reportaba el primer caso autóctono de leishmaniasis visceral en un niño de Posadas, Misiones. Una enfermedad emergente debutaba en nuestro país, frente a un escenario con todas las condiciones dadas.
¿Qué es la leishmaniasis visceral? Es una enfermedad zoonótica producida por un parásito unicelular conocido como Leishmania infantum. Se llama “visceral” porque afecta el sistema fagocítico mononuclear, es decir, los órganos que intervienen en la respuesta inmune.
La enfermedad puede ser grave, e incluso mortal, en diferentes grupos de riesgo: niños, pacientes inmunosuprimidos, individuos con enfermedades crónicas de base. Este agente es transmitido por un grupo de insectos dípteros (es decir, que tienen un par de alas) conocidos como flebótomos. Los flebótomos, no son ni moscas ni mosquitos: son flebótomos. Solo las hembras pican y toman sangre antes de la oviposición. Durante esa ingesta de sangre, es cuando pueden transmitir el parásito.
La Dra. Maria Soledad Santini, directora del CeNDIE ANLIS e investigadora de CONICET, nos cuenta sobre el vector en Argentina: “Al igual de lo que pasa con mosquitos, el nombre Flebótomos engloba a varias especies, de las cuales de interés sanitario son solo alguna de ellas. Para el caso puntual de la Leishmaniasis visceral y Leishmania infantum, Lutzomyia longipalpis es la especie identificada como el principal vector en ambientes urbanos. Su ciclo biológico consta de dos fases, una terrestres donde se desarrollan los estados más inmaduros (huevo larva y pupas), con sombra, humedad y material en descomposición; y una fase aérea que ocupa el estado adulto, donde tanto hembras como machos tiene su pico de mayor actividad durante los momentos crepusculares del día. Siendo entonces estos los momentos de mayor riesgo de contacto vector- mamífero”. Lutzomyia longipalpis ha sido reportado en distintas provincias del país: Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Formosa y Salta.