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En los últimos años, cada vez es más habitual escuchar conversaciones o comentarios de colegas veterinarios que mencionan el stress que provoca el aceleramiento de nuevos lanzamientos de productos y herramientas para la mejora del estado sanitario, reproductivo y nutricional de los rodeos.
Estos lanzamientos muchas veces solapan otros realizados previamente, que incluso no llegan a implementarse, ni tampoco desarrollar su potencial. Hecho que, por otra parte, contradice las estadísticas que indican que sólo el 35% del rodeo recibe una sanidad completa y que los índices productivos nacionales bajos se mantienen casi fijos desde hace varias décadas.
También, el reconocimiento de la tensión entre la tecnología que aporta la industria y la llegada al productor con asesoramiento en manejo de los rodeos que creen valor previo.
Se percibe un “efecto silo” entre los profesionales a campo, la industria y los productores. En este marco, a la ya sentida sensación de cambios vertiginosos, se agrega una de aislamiento.
Desde el punto de vista de los estudios y las encuestas realizadas a los profesionales del área, es interesante destacar la demanda percibida de capacitación técnica actualizada y de formación en competencias extra técnicas, como las de mayor interés.
Entre las mismas se hace referencia a la gestión de la profesión, el gerenciamiento de la veterinaria, el relacionamiento con clientes y propietarios, la creación de valor en su práctica profesional y en sus clientes, entre otros. Por ello, tanto desde las experiencias y situaciones informales, como desde estudios focalizados, parece relevante destacar que se perciben como situaciones que nos enfrentan a:
Estas problemáticas amplían de manera considerable la brecha entre los recursos y competencias de los profesionales extensionistas o asesores y la evolución del entorno, con los nuevos desafíos que debemos enfrentar sobretodo en materia de tecnología – información – comunicaciones y la generación de conocimiento que exige el mercado. Reflejan las limitaciones de los profesionales en relación con las maneras de relacionarse con los contextos productivos y sociales actuales. Creemos que, en este marco complejo, el rediseño del rol veterinario y el trabajo en grupo de manera colaborativa tienen la potencialidad de mitigar algunas de esas inadecuaciones.
Avanzaremos en esta idea.
Hasta el momento hemos reconocido algunos rasgos del contexto actual en el ejercicio de la profesión que nos enfrentan a:
También, un simple evidencia: el rol veterinario es el denominador común en el sector. Por tanto, la oportunidad de ser el agente de cambio necesario para lograr los objetivos propuestos en materia de mejoras en los sistemas productivos se encuentra simplemente allí.
Y, más arriesgado aún… El rol del veterinario puede liderar estos procesos a partir de su mirada sistémica, con acciones dirigidas a lo que desea como futuro de su profesión y entorno laboral.
Pero ¿estamos formados para ser estos agentes de cambio?
¿Qué competencias debemos aprender y desarrollar para poder lograrlo?
¿Aceptamos el cambio y el desafío que esto conlleva?
El foco de nuestras acciones demanda achicar la brecha entre las necesidades del productor, la industria y las tecnologías a implementar. Es en este marco donde pensar el rediseño del rol del veterinario asesor es fundamental como catalizador de procesos de transformación. Este proceso implica construir nuevas redes, que alteren esa estructura “de silo”, y que de manera colaborativa se constituyan en una herramienta válida para el agregado de valor al profesional y al cliente.
Podemos definir al trabajo en grupo colaborativo como un proceso donde el individuo aprende más de lo que aprendería por sí sólo, fruto de la interacción del resto integrantes y con un resultado mucho más enriquecedor del que tendría la suma del trabajo individual.
Algunas características y ventajas de este modelo de trabajo están dadas por:
El rediseño del rol como catalizador implica fortalecer competencias para trabajo colaborativo. Entre ellas, la cooperación, la responsabilidad, la comunicación, la retroalimentación, el trabajo con otros y la autoevaluación como capacidad individual y colectiva.
Resolver problemas en forma conjunta se aprende, se desarrolla y se fortalece.
Hay muchas experiencias en diversos sectores, incluso el agropecuario que así lo demuestran. Esta propuesta se basa en aprender una nueva manera de relacionarnos, generar conocimiento y compartir experiencias para lograr nuestras metas profesionales y de desarrollo.
El rol veterinario posee un lugar central en el sistema para traccionar el cambio que se necesita, desarrollando habilidades de liderazgo, confianza, comunicación, toma de decisiones y resolución de conflictos.
El cambio es constante, no hay que esperarlo ni hacerle frente; es como un río que avanza en su cauce, depende de nosotros la dirección que le demos al mismo.
*El autor de este artículo es médico veterinario (Universidad Nacional del Nordeste), asesor y consultor en gestión y desarrollo del profesional veterinario. Facilitador y Coach Ontológico Profesional certificado.