La historia ya es conocida, pero su desenlace aún está en disputa. Introducido en la década de 1930 con fines peleteros, el visón americano se ha convertido en una verdadera plaga en la Patagonia argentina. Su presencia no solo avanza sin freno, sino que compromete seriamente la biodiversidad de una de las regiones naturales más emblemáticas del país.
La especie, con una capacidad de adaptación que asombra, hoy enciende todas las alarmas.
“El visón no tiene depredadores naturales en la región, y donde llega, se instala”, resume Alfredo Allen, subsecretario de Planeamiento de Bariloche. Y va más allá: “Dos visones solos liquidaron a una colonia entera de macá tobiano”.
El problema, aseguran desde la Dirección de Fauna de Parques Nacionales, no es nuevo, pero sí se ha intensificado. El pequeño carnívoro –que no supera el kilo de peso– es capaz de cazar presas mayores, desenvolverse en entornos acuáticos y terrestres, e incluso trepar árboles, una combinación que lo vuelve letal para especies autóctonas como el pato de los torrentes y el propio macá tobiano.
Manejo, pero enfocado
Las estrategias para contenerlo están en marcha y se concentran en áreas prioritarias. “Se hacen campañas de control continuas, especialmente en sitios de reproducción críticos”, explica Hernán Pastore, referente de Parques Nacionales en la Patagonia Norte. Las herramientas son trampas de captura muerta, especialmente ubicadas cerca de cursos de agua, y trampas vivas en otras zonas donde conviven especies nativas en riesgo.
La expansión del visón ya llegó a territorios impensados años atrás: desde Neuquén hasta Tierra del Fuego y, recientemente, también a áreas de estepa en Santa Cruz. Con un comportamiento agresivo y territorial, y sin enemigos naturales, la especie ocupa nichos ecológicos sin competencia, desplazando y depredando a la fauna local.
El precio de una decisión
El caso del visón no es aislado, ni exclusivo de la Argentina. En Chile, su impacto también es severo, con ataques a criaderos de aves de corral. Pero en el sur argentino, el desafío es doble: revertir un error histórico y asumir la responsabilidad de una introducción que se salió de control.
“La solución pasa por eliminar al animal sin causar sufrimiento. Hay que hacerse cargo de la macana que se hizo”, advierte Allen con crudeza. La frase resume un sentimiento extendido entre los técnicos y especialistas: ya no hay margen para medias tintas.
Más que una plaga
El visón representa mucho más que un problema de conservación: es una alerta sobre la fragilidad de los ecosistemas frente a la introducción de especies exóticas. La tarea de las autoridades no se limita a controlar al animal. Requiere de planificación, financiamiento sostenido y, sobre todo, concientización social.
En un contexto en el que las urgencias suelen multiplicarse, la fauna silvestre pide pista. La Patagonia no puede darse el lujo de perder biodiversidad en silencio. Porque mientras el visón avanza, los ecosistemas retroceden. Y la deuda no es sólo ambiental: es también con las generaciones que vienen.