# EL NUMERO #
$40
millones
Es el valor mínimo que invierten los productores en hacer al menos una cura anual de las colmenas contra el ácaro que produce la varrosis.
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SUSCRIBITEEs el valor mínimo que invierten los productores en hacer al menos una cura anual de las colmenas contra el ácaro que produce la varrosis.
La aparición del pequeño escarabajo de las colmenas en el hemisferio norte causó estragos y ya despertó señales de alerta en Sudamérica.
El escarabajo comenzó a bajar y después de presentarse en algunos países de Centroamérica, desembarcó, sin escalas, en Brasil, en marzo del año pasado.
“Es la mayor amenaza que tiene la producción local; hay muchas probabilidades que ingrese a la Argentina”, afirma el MV Mariano Bacci, coordinador General de Programas y Planes Sanitarios de Senasa.
“En los Estados Unidos se combatió con un fosforado bastante común en varios productos veterinarios, a partir de preparaciones terapéuticas que hacían con el mismo. Sin embargo, rápidamente desarrolló resistencia y no existe otro principio activo inocuo para la abeja y letal para el escarabajo. A raíz de eso, se empezó a probar algunas otras iniciativas biológicas o físicas, como una trampa para escarabajos”, explica quien participó durante años en el programa nacional de producción apícola. “En Brasil y Centroamérica su impacto no fue tan grave por el perfil de abejas que ellos poseen, más resistentes”, agrega.
Un problema endémico
Una colmena, en su apogeo, puede contener una colonia de hasta 70.000 abejas. Sin embargo, después de la cosecha, ese número cae a una decima parte y la presencia de ácaros puede representar una amenaza importante.
“El Varroa destructor, que produce la varrosis, es el acaro que atenta contra las colmenas y es el principal inconveniente sanitario del sector”, afirma el MV Alfonso Lorenzo, técnico del área de Coordinación Apícola del Ministerio de Agroindustria de la Nación. “Succiona la hemolinfa tanto de las larvas como las abejas adultas y esto debilita la colonia. Es una enfermedad endémica en el país y afecta a todas las colmenas, aunque hay zonas, sobre todo en el norte del país, donde hay abejas africanizadas que son más resistentes que aquellas con genética europea, especie más diseminada en la producción local”, argumenta Bacci.
Este problema endémico se trata con una cura anual después de la cosecha y se refuerza con una segunda cura previa al inicio de la primavera. El costo por cura asciende a unos $20 por colmena, estiman distintas fuentes del sector, lo que en base al número de colmenas en actividad, representa una inversión en pesos que oscila entre 40 y 80 millones cada año.
Los problemas sanitarios del sector apícola no se resumen a un ácaro.
Para el funcionario de Senasa, la sanidad apícola no es buena en ningún lugar del mundo donde se desarrolla está industria. “En algunos países los problemas sanitarios son muy graves, como en el hemisferio norte, donde, en algunas ocasiones tanto en España como en Estados Unidos patologías apícolas y situaciones ambientales que no son propicias para las abejas generaron la perdida de hasta un tercio de la población, síndrome conocido como despoblamiento o colapso de las colonias”, asegura Bacci y agrega: “hace algunos años se llegó a la conclusión que la falta de nutrientes en el medio ambiente, a partir del avance de la agricultura y el uso de agroquímicos, es lo que reduce los espacios de captura de polen y néctar por parte de las abejas”.
En este sentido, el coordinador General de Programas y Planes Sanitarios de Senasa, aporta: “en el hemisferio sur estas problemáticas existen, pero con menor intensidad, se cree por el aún menor uso de agroquímicos. Incluso hay zonas de la Argentina donde todavía se produce miel orgánica”.
“En la industria local también deben atenderse enfermedades bacterianas conocidas como Loque europea y Loque americana; Nosemosis; Tropilaelaps; y virales. Existen 18 tipos de virus, pero aún no están listados por la OIE, debido que aún no tienen un gran impacto en la producción”, analiza Bacci y completa: “está situación, obliga a que los productores estén monitoreando las colmenas y -más allá del uso de productores veterinarios- hagan un manejo integral de la explotación. El Senasa también propone una atención especial a la nutrición de las colonias, el recambio de las abejas reinas y la mejora constante en la genética”.
Más obligaciones
Lorenzo sostiene que, a partir de su área se fijan las políticas públicas del sector y se ejecutan con la colaboración de entes descentralizados, como INTA y Senasa. “Ahora se está trabajando en la mejora de la trazabilidad de la miel para asegurar la inocuidad ya que el grueso de la producción se exporta y los estándares internacionales son dinámicos”, afirma.
“Además de las regionales del Senasa, repartidas por todo el país, a partir de 1996, el servicio capacitó a inspectores sanitarios apícolas que pueden ser profesionales o especializados en apicultura donde se delegan varias tareas de campo. El INTA también colabora con sus asesores técnicos. Así se creó un amplio cuerpo de asesores, tanto oficiales como extraoficiales, con alrededor de 600 inspectores acreditados, donde no solo hay veterinarios, sino también agrónomos y biólogos”, cierra Bacci.