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SUSCRIBITE Quita de retenciones, eliminación de ROEs, reapertura de mercados para la exportación, unificación y mejora del tipo de cambio y buenos precios internacionales…. Si bien el contexto ubicaría a la ganadería local nuevamente en un primer plano, los desafíos internos se repiten: las toneladas producidas no alcanzan para abastecer la demanda local e internacional al mismo tiempo.
En ese marco, los debates dentro del sector siguen focalizándose sobre cuestiones que, muchas veces, se plantean contradictorias. Así es como imaginamos un renacimiento de la ganadería, sustentados en que este año “se van a matar 800.000 hembras menos que en 2015”, ya suponiendo que esta es una retención de vientres interesante.
¿Y por qué no lo sería?
Sabemos que en el estado sanitario actual y dentro de tres años, esa cantidad de futuras madres aportarían 480.000 terneros, en el mejor de los casos. Misma cifra que generaría –pero en solo un año- elevar el actual 61% de destete al 63,5%.
Este ejemplo no hace más que reflotar el interrogante que planteamos desde Caprove: ¿Por qué seguimos hablando del stock; de lo que se perdió y de lo que debemos recuperar y no se levantan más voces en defensa de la productividad por animal?
Son los millones de Pesos que este año volverá a perder la ganadería argentina por la incidencia de las parasitosis sobre los animales.
Si nos retrotraemos a los años de aquellas famosas 60 millones de cabezas de stock, veríamos que el país contaba con 24 millones de vacas, las cuales -al 60% de destete- producían 14 millones de terneros: solo 1 millón más que en una actualidad con 8 millones de animales menos.
Entendiendo que Argentina no es exportador de vacas, ni de vaquillonas, ni toros, es que deberemos comenzar por hacer girar todas las discusiones en torno a un solo concepto: la producción de kilos de carne.
Kilos que se originan en la faena de novillitos y novillos y que solo se podrán aumentar mediante la faena de más animales, faenados al mayor peso posible (Ver nota adjunta).
Históricamente, esta situación se intentó revertir por medio de tres variables: el manejo de los rodeos, su nutrición y su correcta sanidad, siendo esta última central para que cualquier plan de mejora avance correctamente.
Tal como lo señala el Dr. Gustavo Zielinsky -del INTA Marcos Juárez-, el 50% de aquello que nuestra ganadería no produce, es consecuencia de problemas sanitarios. Es decir que, ni con manejo, ni con nutrición, ni con genética se podrá mejorar ese porcentaje.
Solo por medio de intervenciones sanitarias se podrán evitar las altas pérdidas que se producen tanto en la preñez, como en el nacimiento y el destete de los animales.
Yendo al caso individual de las preñeces, desde el INTA se sostiene que del 24% de lo no preñado, el 50% no se preña por inconvenientes ligados a la sanidad; mientras que de lo no nacido, el 70% no nace por idénticas causas.
Asimismo se asegura que de lo no destetado, el 100% no se desteta por inconvenientes exclusivamente sanitarios. Podríamos también hacernos eco de las últimas declaraciones del Dr. Martín Correa Luna en MOTIVAR, donde el especialista del INTA Venado Tuerto sostuvo enfáticamente que “la fertilidad tiene una ponderación en productividad 10 veces mayor que el precio del kilo vivo”.
Esto no dista sustancialmente de entender que cada 24 vacas no preñadas, 12 no se preñan por problemas sanitarios exclusivamente, los cuales solo pueden evitarse por medio del uso de herramientas sanitarias de bajo costo y alto nivel de eficacia.
¿Qué mejor que llegar al servicio con un animal protegido contra la enfermedades de reproducción?
Vale decir que el dilema por la mayor producción de carne a nivel nacional podría también verse notoriamente modificado si no solo se evitara la mortandad de los nuevos terneros sino también la pérdida de kilos por parasitosis subclínicas en los animales.
A no dudarlo: hablamos de la primera causa de pérdida de productividad en los animales, a la cual se le adjudican perjuicios económicos por $14.000 millones al año.
Es en este segmento en el cual los Dres. César Fiel y Pedro Steffan (FCV de la UNICEN) han demostrado cómo los animales de destete (unos 13 millones en nuestro país) ponen en juego 30 kilos de peso frente a las parasitosis que los afectan, principalmente entre los meses de marzo y octubre.
En este sentido, Fiel y Steffan indican que -por el nivel de uso de incorrectas estrategias antiparasitarias y/o por el no uso de las mismas- las pérdidas económicas ascienden a 15 kilos por animal: unos $5.850 millones a nivel país (13 millones de cabezas; 15 kilos de pérdida por animal a $30 el kilo).
Este volumen de dinero ($5.850 millones) se volverá a perder este año (de marzo a octubre) con el stock, el manejo, la nutrición y la genética actual.
Vale recordar que estas pérdidas se podrán evitar mediante el control de las parasitosis subclínicas por medio del uso racional de las herramientas disponibles y una estrategia que involucre un correcto diagnóstico a cargo del veterinario actuante y el uso de una droga de elección para esa categoría específica (evitando la aparición de problemas de resistencia antiparasitaria).
Si sobre un rodeo de 100 vacas realizáramos una simulación en la cual se contemplara la aplicación de una correcta estrategia sanitaria (tomando como premisa una mejora de sólo el 50% en los puntos críticos) veríamos que rápidamente podríamos preñar 82 vacas en lugar de las 76 actuales; nacerían 79 terneros en lugar de los 71 que nacen y lograríamos destetar 75 de ellos, en lugar de los 61 que destetamos en la actualidad. Si a esto le sumamos que un correcto plan de uso de antiparasitarios nos permitiría evitar pérdidas de 100 gramos por día hasta el destete, lograríamos pasar de los 165 kilos de destete promedio del país a uno de 180 kilos, promedio.
De esta manera el rodeo solo aumentaría un 5% en cantidad de cabezas, valor fundamental en una estructura donde la agricultura le sacó 15 millones de hectáreas de las mejores tierras a la ganadería. Disminuiríamos las emisiones de metano, aumentaríamos la rentabilidad del productor y facilitaríamos el abastecimiento tanto el mercado interno como el externo.
Culminando nuestro análisis podemos decir que a nivel nacional y en promedio, actualmente se invierten $36,90 por animal y por año en medicamentos de acción preventiva (vacunas, antiparasitarios, mineralizantes y vitamínicos), mientras que la implementación de un correcto plan sanitario productivo haría necesaria una inversión de $51 por animal y por año.
En ese sentido, los trabajos realizados por Caprove muestran que por cada Peso ($1) de esta inversión extra que se debería realizar, el productor recibe $21 de rentabilidad extra (aplicando la hipótesis de un efecto positivo de solo el 50% de eficacia en cada uno de los puntos críticos de la producción ganadera). En definitiva, hablamos de una inversión adicional en sanidad preventiva de $890 millones a nivel país, por medio de la cual se evitarían pérdidas por $18.400 millones.
¿Será verdaderamente necesario seguir pensando en aumentar los stocks o podremos de una buena vez avanzar hacia una mayor productividad?
XXIV JORNADAS GANADERAS DE PERGAMINO
El impacto de la sanidad sobre la producción bovina será uno de los temas que se desarrollarán en el marco de las XXIV Jornadas Ganaderas de Pergamino, también con la exposición del Dr. Juan Carlos Aba, en representación de Caprove.
Asimismo, en el evento que tendrá lugar los próximos 29 y 30 de junio en las instalaciones de la Sociedad Rural de Pergamino estará presente el presidente del INTA, Amadeo Nicora, quien propondrá un mano a mano con los productores que asistan a las jornadas. Vale decir que el programa planteado por los organizadores involucra temas de gran interés para el sector: ¿Cómo producir pasto en bajos alcalinos con prácticas simples?; Ganadería silvopastoril en la región pampeana; Identificación de pérdidas evitables en cada etapa del ciclo de la cría; ¿Cuánto contaminan realmente las vacas?; El novillo del futuro y Las perspectivas del negocio, son solo algunos de ellos.
Los interesados en recibir el programa completo del evento o bien inscribirse para participar del mismo, pueden escribir a: [email protected].
EL INTA TAMBIEN DESTACA LA IMPORTANCIA DE SER EFICIENTES
Tras la recuperación del stock bovino manifestada entre 2011 y 2013, Argentina logró consolidar una producción bruta (en kilos de carne) suficiente para satisfacer la demanda interna (44 millones de personas que consumen entre 60 y 65 kilos per cápita, al año), con un diferencial exportable escaso y el desafío de incrementar la eficiencia del sector.
En ese contexto y a la hora de plantearse la posibilidad de aumentar la cantidad de cabezas o el peso de la faena, los técnicos del INTA sostuvieron recientemente que “las posibilidades del país para incrementar el tamaño de los rodeos están acotadas si se tiene en cuenta el avance de la superficie agrícola y el desplazamiento de la actividad pecuaria hacia zonas periféricas”.
Aníbal Pordomingo (coordinador del Programa Nacional de Producción Animal del INTA) ratificó esto, sosteniendo que luego de la tasa de procreo, el incremento en el peso de faena o el tamaño de res, es la variable de mayor impacto para mejorar la eficiencia y la rentabilidad de las pequeñas empresas.
“Más allá de la genética, las estrategias de producción en sistemas de cría definen el techo productivo del ternero”, aseguró por su parte Enrique Paván, del Grupo de Nutrición y Metabolismo del INTA Balcarce. Mientras que Francisco Santini, de la misma Estación Exprimental señaló que “afianzar la recría permite que el animal se desarrolle adecuadamente y gane en músculo y estructura para un mayor crecimiento”. Por el contrario, “si el proceso se acelera, el animal tiene exceso de energía, acumula grasa y termina en un peso final de 360-370 kilos, cuando podría prolongarse el período de invernada y obtener un novillo de exportación”, agregó.
Más allá de esto, los expertos ponderaron el nivel de adopción del encierre a corral en los sistemas de producción de base pastoril del país.
“Es una herramienta muy útil para lograr los últimos 70-100 kg y los 6-8 mm de espesor de grasa dorsal, necesarios para no comprometer la calidad de la carne, y ayudar a cumplir el requisito del consumidor de tener grasa más blanca”, sostuvieron.
Y culminaron: “Hoy es posible terminar un animal a los 18 meses cuando antes se requería más de dos años”.
Pesos pesados
Muchas veces la producción de novillos pesados encontró resistencia en el sector, debido al supuesto de que registran inconvenientes de terneza, sabor y otros atributos de calidad. De acuerdo con Pordomingo, “en la Argentina, este tipo de animal fue discriminado por las preferencias de un consumidor que se inclina por carnes de animales más jóvenes y livianos, aunque frecuentemente incorpora animales de mayor peso y edad sin advertirlo”. Así, destacó la necesidad de realizar un madurado en frío de la carne durante, al menos, una semana en condiciones óptimas de sanidad e higiene.
“Sin perjudicar sabor o frescura, esta práctica garantiza terneza y permite introducir animales de mayor peso a la faena al mercado. Por no aplicar este proceso, perdemos la posibilidad de producir más kilos de carne con la misma cantidad de animales y de alta calidad”, concluyó.