» Quienes intenten recuperar los costos subvaluados que informan los estados contables solamente a través de los precios de sus productos, seguramente agraven (con el tiempo) el proceso de descapitalización de la empresa.
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SUSCRIBITE» Quienes intenten recuperar los costos subvaluados que informan los estados contables solamente a través de los precios de sus productos, seguramente agraven (con el tiempo) el proceso de descapitalización de la empresa.
Alternativas de elección
El modelo contable requiere la selección de los criterios a utilizar respecto a los tres elementos básicos que lo conforman: unidad de medida; criterios de valuación y capital a mantener.
El criterio que define el «capital a mantener» es central en la determinación de los resultados de una entidad en un periodo determinado, ya que el monto de los resultados se explicará por las variaciones operadas entre el capital al inicio y el cierre del periodo analizado. Excluyendo, en tales variaciones, las que son consecuencia de retiros y nuevos aportes de los accionistas.
Si entendemos que el capital es el monto aportado por los accionistas, será ganancia el incremento ocurrido en un periodo determinado. Esta forma de cuantificación es el «capital financiero».
Este concepto refleja que el valor de capital es independiente del valor de los bienes en los que se invirtió. Este criterio, si bien permite conocer el nivel de rentabilidad del accionista por su inversión, conlleva el riesgo de interpretar como sinónimos la rentabilidad de los accionistas con las del propio negocio.
Otra corriente de pensamiento, cree que es el capital físico el más adecuado para realizar tal comparación, buscando mantener la capacidad económica constante. Sin embargo, el mantenimiento de la capacidad económica no es sinónimo del mantenimiento del valor de los activos, sino la cuantificación de aquellos necesarios para asegurar la continuidad de las operaciones. De esta forma, al monto de la utilidad obtenida por la aplicación del criterio de capital financiero, debe deducírsele el impacto que representen los costos necesarios para volver a recuperar las condiciones de capacidad y operación existentes al inicio del periodo analizado.
Determinación de resultados
Muchas veces la maximización de utilidades sobre el capital aportado se considera el objetivo correcto. Sin embargo y tal cual señala Van Horne «….hasta la maximización de ganancias por acción no es un objetivo completamente apropiado, en parte porque no especifica el momento oportuno, o la duración de las ganancias o recuperaciones esperadas».
Para muchos accionistas, que a su vez superponen esta función «financiera» con las propias de gerenciar el negocio, y con objetivos más relevantes, como el de maximizar el valor de su empresa, encuentran, por lo menos incompleta, la información que este dato les aporta.
Las consecuencias de la aplicación de los criterios vigentes durante largos periodos, sumado a tasas significativas de inflación, pueden alcanzar magnitudes más que relevantes.
Como señala Mario Biondi: «Contar con un juego de estados contables a moneda histórica y sacar de ellas conclusiones válidas en un contexto inflacionario es absurdo. Y si esa inflación supera los dos dígitos, aparece el problema, ya no de inutilidad, sino de falsedad de esa información.»
En este sentido, el impacto en nuestro país en la información contable acumulado en los últimos cinco años, que afecta a los valores de expresión contable (por ejemplo de los bienes de uso en existencia al último ajuste permitido por las normas) hasta el termino del año 2008, de haberse podido computarse los valores residuales ajustados serían un 68% superiores.
Por no haberse aplicado los ajustes adecuados, el monto de las utilidades durante este periodo están sobrevaluadas como resultado del cómputo de amortizaciones inferiores con respecto a las que hubieran correspondido. La posibilidad de distribución de dividendos sobre esta base, implica en realidad una distribución de capital.
Gestión de resultados
El criterio de valuación de bienes de uso, profundamente afectado por el no ajuste por inflación, tiende a subvaluar los costos derivados de ellos, expresados a través de las cuotas de amortización.
Habitualmente, no se presta mayor atención a adecuar los métodos utilizados para que estas reflejen con más precisión el consumo o desgaste de los bienes. Esto sumado a la imposibilidad de registrar valores actualizados para los bienes de uso, resulta en valores de amortizaciones alejados de la realidad económica.
Desde el punto de vista de gestión, esta situación es subsanable y de hecho, en la práctica, las empresas elaboran sus presupuestos de inversiones, basados en valores actualizados y vidas útiles más reales a las utilizadas en los registros contables.
Son muchas las empresas que no prestan la debida atención en asegurar la futura generación de resultados que permita el desarrollo y crecimiento de las mismas.
En general la información sobre costos orienta a la definición de la política de precios. En las circunstancias actuales, resulta significativa la magnitud de la distorsión en los costos. Si confiamos en los cálculos elaborados bajo estas premisas, seguramente estaremos intentando recuperar a través de nuestros precios costos subvaluados. Con el paso del tiempo en este escenario, es muy probable que el proceso de descapitalización se agrave.
Nuevas opiniones sobre el concepto de rentabilidad y sus formas de medición incorporan elementos adicionales a los contables: mediciones de productividad, calidad en la distribución de recursos, capital intelectual disponible, grado de satisfacción de los clientes, calidad de los procesos internos, capacidad de aprendizaje, ventajas competitivas tales como localización, eficiencia empresarial, restricciones de la competencia, superación de barreras regulatorias, innovación, cualidades de los escenarios del entorno, entre otros, adicionan nuevos elementos que conforman y constituyen los cimientos de la rentabilidad empresaria y aportan a una mejor comprensión de la performance.
Gestión patrimonial
La gestión interna en la empresa es más amplia que el concepto de patrimonio aportado por los accionistas.
Mientras que para ellos «su patrimonio» es denominado «patrimonio neto» (es decir neto de pasivos), en el trabajo de gestión interna es más natural entender el concepto de patrimonio como sinónimo de «activos».
Este representa la sumatoria de recursos, conformados por aquellos denominados líquidos, de rápida realización y físicos e intangibles, de más lenta expresión en aquellos.
Los primeros que forman parte del capital de trabajo de la empresa conformados por las disponibilidades de caja, cuentas a cobrar y los bienes de cambio, poseen la capacidad de adaptarse rápidamente a la evolución del negocio y a mantener sus valores actualizados. Requieren de gestiones diarias referidas a cobranzas, producción, compras de insumos, etc.
En cambio, aquellos otros activos como los bienes de uso, que requieren de menor atención en la gestión diaria, son sin embargo, los bienes en los que se basa la actividad. Como no requieren de gestión de compra ni valuación frecuente, muchas veces, queda el análisis reducido al cálculo contable de amortizaciones y de los gastos necesarios para su normal funcionamiento.
Los valores de estos últimos a los que están registrados no siempre reflejan la realidad económica actual, y por ende, como señaláramos, su impacto en costos expresado a través de las amortizaciones, no refleja la real incidencia en la estructura de costos y resultados de la compañía.
Impactos patrimoniales en empresas argentinas
La descapitalización generalizada de los patrimonios societarios, resulta aún mayor en su cuantía, si la referimos al criterio de mantener el capital operativo.
El porcentaje señalado casi se cuadruplica si el bien de que se trata es importado y su valor de reposición está expresado en moneda extranjera.
Esta situación, que en la realidad de muchas empresas y directivos, está oculta a los ojos no advertidos, generó además otra consecuencia grave en la gestión: la no-consideración de estos mayores costos económicos en sus análisis referidos a la estructura de costos y precios.
Sin querer inferir directamente, que de no haberse disimulado esta situación, las empresas hubieran podido mejorar su situación de precios, hubiera sido un elemento mejorador a su visión de la situación competitiva.
Costos adecuados a la realidad de los negocios son elementos básicos e imprescindibles para una gestión racional. Es claro que acciones individuales difícilmente tengan efectos en los mercados, pero malas apreciaciones colectivas seguro lo tendrán.
Y este es el caso: los actuales criterios contables nos llevan «a todos a leer mal los datos».
Impacto impositivo
La consideración del capital financiero afecta la determinación de resultados, como hemos señalado, sobreestimándolos, como a su vez estos son la base para la determinación de los resultados impositivos, que gravan la renta, el impacto impositivo efectivo aplica no solamente sobre los resultados «contables» sino al capital mismo, reduciéndolo en términos efectivos.
El Dr. Fowler Newton concuerda con estas preocupaciones: «si se computan ganancias ficticias, existe el riesgo de descapitalización de la empresa por distribuirse bajo forma de dividendos parte del capital original.»
Conclusiones
Los criterios aplicados a la elaboración de los estados contables deben brindar información adecuada, orientada a una medición más representativa tanto del patrimonio como de los resultados.
La limitación para realizar el ajuste por inflación, la determinación de un único resultado de toda la empresa, la confusión o aceptación errónea que los resultados de los accionistas es igual a los resultados de gestión de la compañía, la interpretación errónea que se genera cuando se entiende que los resultados expresados por el sistema contable (manteniendo el capital financiero) son indicadores de la salud de la empresa y la imposibilidad de computar los costos financieros del capital propio para el análisis del negocio, atentan contra la utilidad de la información y podrían orientar a la toma de decisiones inadecuadas si no se corrigen, o expresan con mayor realismo las valoraciones realizadas.
La elección del criterio de capital operativo se fundamenta en una visión de gestión y continuidad de los negocios, propios de una empresa en marcha, más que al análisis de rentabilidad típico de una inversión meramente financiera.
Se ha evolucionado enormemente en la capacidad de procesar información.
No estamos lejos del tiempo que podamos medir resultados y patrimonios con la misma instantaneidad que hoy disponemos de los saldos bancarios.
Para ello será preciso adecuar los criterios de registro y medición a esta realidad.
Mientras las normas contables no lo exijan, será la iniciativa individual de los responsables de «hacer los números» ir un paso más allá y acompañar a la gestión con información adicional más útil y representativa de la real situación de los negocios.
Solicítenos la versión completa de este trabajo a: [email protected].