El sector ganadero europeo y mundial recibió un golpe inesperado: Alemania confirmó el primer brote de fiebre aftosa en casi cuatro décadas, marcando también el regreso de esta enfermedad a la Unión Europea después de más de diez años sin casos. Al germánico, se agregó recientemente otro brote en Hungría, tras 50 años sin registros de la enfermedad.
El impacto fue inmediato y contundente. A las pérdidas económicas estimadas en miles de millones de euros para la ganadería, se suman las prohibiciones de importación aplicadas por decenas de países, que afectaron fuertemente las exportaciones de carne y productos lácteos.
Las autoridades de los países afectasos actuaron con rapidez: implementaron restricciones de movimiento, realizaron testeos masivos, ordenaron la vacunación estratégica y el sacrificio preventivo de animales. Gracias a estas medidas, no se han reportado nuevos casos últimamente, dando un respiro al sector productivo.
Sin embargo, el brote evidenció una verdad incómoda para Europa: la región no puede permitirse bajar la guardia frente a las amenazas sanitarias animales.
Un recordatorio incómodo
Apenas recuperándose de las lecciones dejadas por la pandemia de Covid-19, Europa ha avanzado en fortalecer su capacidad de respuesta sanitaria humana. La creación de la Autoridad HERA (Autoridad de Preparación y Respuesta ante Emergencias Sanitarias) y grupos de trabajo como el del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades son claros ejemplos de ello. Sin embargo, la salud animal aún ocupa un lugar marginal en estas estrategias.
Esto resulta preocupante por varias razones. Primero, por el impacto directo que enfermedades como la fiebre aftosa generan en la economía, el bienestar animal y la seguridad alimentaria. Segundo, porque la salud animal y la salud pública están intrínsecamente relacionadas: enfermedades zoonóticas como la gripe aviar o futuras amenazas —la temida “enfermedad X”— podrían tener consecuencias devastadoras si no se abordan de manera integrada.
¿Cómo fortalecer la sanidad animal en Europa?
El reciente brote puso sobre la mesa la necesidad de adoptar un enfoque más proactivo y coordinado. Aunque el Sistema de Información sobre Enfermedades Animales (ADIS) ya monitorea importantes patologías infecciosas en Europa, expertos coinciden en que es momento de avanzar hacia un modelo más anticipatorio.
Un buen ejemplo es el Grupo de Trabajo Interinstitucional Conjunto de Australia sobre enfermedades animales exóticas. Allí, el sector público, la academia y la industria colaboran para producir reportes trimestrales, identificar riesgos y delinear acciones preventivas. ¿Por qué Europa no puede replicar una estructura similar?
Además, es fundamental fortalecer el diálogo y el intercambio fluido entre las agencias de salud animal y humana, los laboratorios veterinarios, las asociaciones de productores y los profesionales del sector. Herramientas como diagnósticos rápidos, tecnología de monitoreo digital, vacunación estratégica y medicamentos personalizados ya existen, pero su implementación óptima requiere cooperación y planificación conjunta.
El riesgo cero no existe
Todavía se desconoce con precisión cómo comenzó el brote de fiebre aftosa en Alemania y Hungría. Lo que sí queda claro es que el riesgo de enfermedades animales siempre está latente. Europa no puede permitirse ser complaciente ni subestimar el papel clave que juega la sanidad animal en la estabilidad económica y social.
La experiencia alemana debe servir como un llamado de atención urgente. Invertir en prevención, anticiparse a las amenazas y construir un sistema integrado de salud pública y animal es el único camino posible para proteger a las personas, los animales y la economía frente a futuros brotes.
FUENTE: Roxanne Feller, secretaria general de AnimalHealthEurope