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INFORME ESPECIAL - PRODUCCION LECHERA EN ARGENTINA

“Me pongo el traje de tambero”

“Son más las consultas por cierre que para invertir en un nuevo tambo”, grafica la situación el asesor Marcos Snyder. En diálogo con MOTIVAR asume que pasada la crisis, más allá de la situación financiera, el potencial sigue siendo importante.
1 de agosto de 2017 - 14:31

“El sistema más utilizado en el país es el pastoril con suplementación (en el 90% de los casos, con silo de maíz)”, explica Snyder y sigue: “Al instalar un tambo y asumiendo que el produtor tiene resuelto el tema del suelo, la principal inversión está en las vaquillonas, vacas de una lactancia, que puede oscilar entre $25.000 y $35.000 por cabeza. Como referencia, el mercado estima su valor en 6.000 litros por vaquillona”.
La infraestructura en torno a la sala de ordeño se llevará el resto de la inversión, incluyendo la maquina de ordeñe y un equipo de frío. En este caso, las cifras oscilan entre US$ 1.500 y US$ 2.000 por vaca, aunque el número final depende del nivel de tecnología que se quiera adoptar.
“Los robots aún son un una opción muy innovadora para la actualidad argentina”, advierte Snyder. “Los tambos modelos que hay en el país deben destinar la principal inversión a la construcción de las obras civiles, con la maquina de ordeñe y equipo de frío y luego, en los equipos para alimentación, desde un tractor, pala y mixer que serán de uso diario”, completa. Un modelo hipotético de 200 vacas en ordeño, sobre 300 hectáreas, número suficiente para pertenecer al pelotón de mayores productores del país, Snyder estima en 12 las bajadas o puntos de ordeñe a instalar y recomienda un tanque de frío de 6.000 litros de capacidad. “A partir de los problemas climáticos recurrentes que sufre la Argentina no hay que olvidar las pistas de hormigón para alimentación para evitar que el animal vaya al barro”, recomienda.
Con estos elementos sobre la mesa, se estima que, en el caso de un tambo en sistema pastoril con suplementación, la inversión no será menor a los US$ 600.000 (repartidos en partes equivalentes entre la adquisición de las vaquillonas y el equipamiento) solo para iniciarse en el sector y sin contar el acceso a la tierra, ya sea propia o arrendada.

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