Cuando atraviesa un buen momento y al igual que otras actividades relacionadas al campo, la avicultura invierte y mucho. Somos adictos a la inversión y eso genera crecimiento”, rompe el hielo Raúl Marsó, presidente de Las Camelias en diálogo con MOTIVAR.
El empresario es una de las cinco patas de un entramado familiar con ocho décadas de trayectoria en la producción avícola local, pero también con intereses en la producción bovina y forestal.
“Todas las producciones crecen hasta que llegan a un punto máximo dado por el mercado interno. Luego, hay que exportar. Venezuela se llevaba buena parte de los excedentes locales, pero cuando eso se cortó, un volumen enorme se volcó al mercado interno, ya sobre abastecido”, describió Raúl Marsó.
“La necesidad de forjar una relación con el Estado para que entienda que tenemos opciones en el exterior es fundamental, porque son esos mercados nuestra vía de escape y la oportunidad de crecimiento sustentable”, analizó el directivo que -en el mediano plazo- espera un cambio estructural en el marco tributario nacional.
“Hoy para producir un pollo tenemos que cumplir con obligaciones de todo tipo. Hay que flexibilizar esos procesos burocráticos”, reclamó.
En el podio
Las Camelias faenó más de 48 millones de aves en 2016, algo así como siete de cada 100 pollos que se procesaron en la Argentina. Suficientes para facturar alrededor de US$ 200 millones y subirse al podio de los mayores productores, detrás de Granja Tres Arroyos y Aves Soychú.
“Actualmente exportamos un 30% de nuestra producción, la mitad que apenas un par de años atrás”, graficó la pérdida de competitividad del sector, uno de sus principales actores.
“La política antiinflacionaria que propone el Gobierno, a partir del dólar anclado, reduce las posibilidades de exportar. A esto se suma la baja en los precios internacionales que sufrió el pollo, a partir de la caída en el precio de los commodities”, continuó describiendo las razones de la situación actual.
“Sin embargo, somos muy viables, porque tenemos la mejor tecnología, cultura del trabajo y se puede hacer un excelente producto”, aseguró.
Por su parte, Luis Grieco -director de Avimetría- aseguró que la exportación no es una gran opción para la Argentina. “No podemos competir con países como Brasil y Estados Unidos, que despachan 4 millones de toneladas cada uno, en un mundo extremadamente competitivo. Tendríamos que pensar en opciones gourmet para abastecer mercados exigentes, pero el volumen no es nuestro camino”, advierte el consultor y señala: “una de las dificultades que tenemos para desarrollar el camino correcto es que los sindicatos tienen mucha más fuerza que los dirigentes empresariales. No critico los sindicatos poderosísimos, sino que hacen mejor las cosas que los empresarios argentinos”.
Para Marsó, que tiene 1.100 empleados, la misma dotación que en 2013, los aumentos salariales que se avecinan tornan aún más complejo el negocio.
“Es muy difícil ser competitivos cuando el costo de la mano de obra para una industria que se desarrolla en el medio del campo, como la nuestra, asciende a US$ 2.000 por operario”, graficó la situación. Y añadió también otros contratiempos: “pagamos US$ 50 más el maíz que en Chicago cosa que nos cuesta entender, sumado a los aumentos de energía y transporte”.
La apertura de mercados como México, Canadá, un nuevo convenio con la Unión Europea, y la llegada a otros países como Corea del Sur y Taiwán pueden abrir una puerta de escape a la producción local. Pero aparecen problemas mayores: “nosotros podemos ser grandes productores de pre-fritos, pero cuando salimos a ofrecer esas opciones de mayor valor agregado, nos ponen un recargo del 50%, porque lógicamente protegen sus mercados. Y esto sucede porque se cruzan muchos intereses, como los de la industria automotriz, que al tener aranceles tan altos, impide la apertura de esos mercados. Ellos (por la industria automotriz) tienen una mejor imagen y mucho lobby, pero tenemos que preguntarnos qué queremos hacer como país”, reflexionó Marsó.