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SUSCRIBITEEn el marco de la especialización en Bioseguridad y Preservación Ambiental que se realiza gracias a un convenio firmado entre el Senasa y la Universidad Nacional de la Plata, el curso «Bioseguridad y riesgo en laboratorio» transcurrió a mediados de junio en la sede que el organismo sanitario dispone en Martínez, Buenos Aires.
Dictada por el español José Manuel Sánchez – Vizcaíno, investigador y docente de la Universidad Complutense de Madrid, la actividad se centró en un ejercicio teórico ligado a la factibilidad y consecuencias que podrían derivar de un accidente de seguridad biológica. Asistieron profesionales del Senasa, INTA, de las universidades de La Plata, Rosario y Buenos Aires; y de la industria veterinaria.
Para que los participantes pusieran en práctica los conocimientos adquiridos sobre la materia, se planteó un hipotético escape de virus aftósico y se involucró al laboratorio de Martínez como la posible fuente de contagio. El objetivo consistía en que efectuaran, de forma teórica (adentro de un aula), la identificación y el control de la situación, y el análisis de sus consecuencias.
Los asistentes fueron dispuestos en grupos y debieron llevar a cabo el tratamiento de tres cuestiones.
En primer lugar, el análisis de riesgo, que analiza el origen de la filtración: si fue externa o interna. Por otro lado, la gestión de riesgo, que implica contemplar las posibles repercusiones económicas y la realización de un modelo económico. Y, por último, la comunicación de riesgo, que engloba informar a la sociedad y a la prensa al respecto.
«El ejercicio cumplió el papel de un examen final, en el que la comunicación de riesgo es la tarea más complicada, y en la que más dificultades para desarrollarla observé», le comentó Sánchez-Vizcaíno a este Periódico MOTIVAR.
El profesional español resaltó la importancia de la formación de los técnicos con un enfoque comunicacional para que sean capaces de informar a la prensa y a la sociedad ante una eventual crisis. «Los técnicos en Argentina están, quizás, más acostumbrados a que esta actividad sea llevada a cabo por políticos, entonces creen que nunca será un trabajo del que tendrán que hacerse cargo. Pero hemos compartido estudios europeos en los que se demuestra que, en la mayoría de los casos, los que mayor credibilidad logran al informar sobre un problema son los técnicos», analizó el investigador de la Universidad Complutense de Madrid.
En el curso, se eligió poner en escena un supuesto brote de fiebre aftosa, porque, como explicó Sánchez-Vizcaíno, «es el agente infeccioso que más fácilmente se difunde y que mayores problemas genera en el ámbito nacional e internacional por la pérdida de mercados y de niveles de exportación». Además, es uno de los virus en torno a los que más se trabaja en la sede del Senasa en Martínez.
Debido a las repercusiones no deseadas que tuvo el ejercicio teórico en medios de comunicación que publicaron la posibilidad de existencia de un verdadero brote de aftosa y que luego -al ser la situación desmentida- criticaron a la institución por no dar aviso sobre la actividad a la OIE, cabe aclarar que lo de- sarrollado no constituyó un simulacro de ocurrencia de focos de fiebre aftosa.
En dicho caso, deben intervenir todos los actores oficiales, nacionales, provinciales, municipales, fuerzas de seguridad, veterinarios privados, productores y laboratorios oficiales. Otra diferencia es que un simulacro se desarrolla en terreno y dura el tiempo real que demande, además de que se comunica oficialmente con anticipación no sólo a la OIE, sino también a los países limítrofes, para evitar cualquier tipo de alarma.
En relación al enfoque general que ofreció el curso, Sánchez – Vizcaíno remarcó que la visión multidisciplinaria es el mejor abordaje que se le puede otorgar a una problemática. «Estuvieron presentes ingenieros, arquitectos, veterinarios, epidemiólogos, toda la gama de profesionales que involucra una crisis sanitaria porque, trabajando en grupo, las soluciones que se construyen son técnicamente más fuertes y completas», concluyó.