Para continuar, suscribite a Motivar. Si ya sos un usuario suscripto, iniciá sesión.
SUSCRIBITE
» Presentamos la evolución de algunos costos en los cuales incurren actualmente estas empresas. ¿Terminaron los «subsidios por los cuales las cadena comercial pudo sostener bajos precios?
LUCIANO ABA |
Pocas fueron las adhesiones que recogimos allá por el año 2009 cuando en el séptimo evento aniversario de este medio sostuvimos frente a toda la industria que los laboratorios dedicados a elaborar productos para terceras compañías (sin planta) se encontraba abasteciendo, financiando y -de cierto modo- subsidiando a gran parte de la cadena comercial de productos veterinarios en nuestro país.
Diversos fueron los comentarios que recibimos en cuanto a que los precios que se abonaban en aquel entonces (similares a los de no hace mucho tiempo) eran «justos» para quienes prestaban el servicio mencionado y eje de este artículo.
Sin embargo, basta con prestarle atención a las declaraciones de algunos de los especialistas en el tema para comenzar a ver cuál es la tendencia que puede terminar imponiéndose en el corto plazo.
«A medida que transcurre el tiempo, la situación económica y financiera de los laboratorios dedicados el tercerismo se ve cada vez más comprometida. Esto se debe a la imposibilidad de trasladar el continuo aumento de los insumos y servicios al costo para la elaboración de productos veterinarios», le comentó al Periódico MOTIVAR el propietario de una de las empresas más reconocidas de este rubro, el cual prefirió no ser nombrado por el momento.
Pero no sólo en palabras se sustentan estas declaraciones, sino también en hechos concretos. Frente a esta situación, desde fines de 2011 los terceristas que vienen invirtiendo en la calidad del servicio y adecuando sus procesos productivos a la normativa vigente se muestran reacios a renegociar contratos con clientes que pretenden no reconocer la evolución de los costos intrínsecos de la actividad. ¿El resultado? Quienes no tengan planta propia y realmente pretendan y/o necesiten abastecerse de productos (fármacos) de calidad, elaborados en sitios habilitados y en cuyos procesos se cumpla con la normativa vigente, comenzarán -paulatinamente- a ver cómo el ítem «costo de elaboración», comienza a incrementarse.
Quienes pretendan y/o necesiten abastecerse de fármacos de calidad, elaborados en sitios habilitados y en cuyos procesos se cumpla con la normativa vigente, comenzarán a ver cómo el costo de elaboración se incrementa. |
Ahora sí
Si bien el desfasaje entre los costos de la elaboración (bajo norma) de medicamentos veterinarios y el precio que se paga por el mismo es llamativo, no se puede desconocer la cuota parte de responsabilidad de las firmas proveedores de estos servicios, a los cuales se les ha dificultado históricamente sostener una política de comercial acorde a la gran cantidad de gastos que afrontan a diario.
No olvidemos que en el momento en el cual el Senasa promulgó la Resolución 482/2002, donde se daban los lineamientos generales para cumplimentar con las Buenas Prácticas de Manufactura en Productos Veterinarios, muchos fueron los industriales que destacaron el hecho de contar con una planta certificada bajo normas GMP como un nuevo e interesante nicho dentro del ámbito local. En ese marco, los laboratorios que contaban con instalaciones disponibles para la elaboración de inyectables (líquidos estériles), comprimidos, líquidos no estériles, pomos intramamarios, dispositivos o polvos, tomaron la posta captando nuevos negocios ligados a la elaboración para otras empresas.
La estrategia general -por aquellos tiempos- fue la de apostar por los volúmenes, tomando los trabajos sin hacer un análisis detallado de los costos en los que se incurriría a futuro (cuando la normativa entrara formalmente en vigencia) y evitando, de este modo tener una capacidad ociosa mayor en las plantas.
No es menos cierto que, en muchos casos, esta decisión permitió hacer frente a la crisis económica y financiera que azotaba a las empresas por aquellos días, al tiempo que posibilitaba (desde lo global) llevar adelante las inversiones que esas mismas áreas productivas deberían recibir para ser certificadas por el Senasa; pero lo concreto es que los precios del servicio se establecieron en valores muy bajos, a veces cuantificados en centavos de peso.
|
Con un agregado: el servicio se cobraba «por frasco» y no por «los procesos por los cuales se entregaba un frasco».
El tiempo avanzó y de las cerca de 80 plantas que existían en el país, unas 50 comenzaron a ofrecer sus servicios a terceros. Evidentemente, la realidad no era como la imaginada por esos empresarios puesto que muchos decidieron no sólo dar marcha atrás en este negocio (por no ser rentable en absoluto), sino que también debieron dejar de elaborar productos de sus líneas propias, para enviarlos a unidades productivas específicas para su formulación, como pudo ser el caso de los ectoparasiticidas, betalactámicos y hormonales
La situación planteada varió drásticamente, al punto que los terceristas se han especializado por rubros, con áreas segregadas en todos los casos.
Esto llevó a que sean contados con algo más que los dedos de una mano los laboratorios en los cuales hoy se estaría elaborando al menos el 40% de los «frascos» (unidades) que se comercializan en el canal local. Sin perder de vista a los productos que deben cumplir también con normas de calidad en su elaboración para poder ser enviados al exterior: negocio de amplio crecimiento en los últimos años para los laboratorios argentinos.
Tanto se modificó la realidad, que buena parte de los terceristas han comenzado a desestimar trabajos en cuyas cotizaciones no se aprueben los términos y valores por ellos propuestos. Hasta se comienza a escuchar -ya sí con una evaluación de costos más formal- que es imposible entregar una unidad cuyo valor por elaboración no represente al menos el 10% del precio en el mercado de ese producto, con un mínimo de $4 por unidad, en el caso de los inyectables. Es importante tener en cuenta en este caso que el bajo valor de estos productos en el mercado no modifica la complejidad de su elaboración, como puede ser el caso de los corticoides.
Si bien los cambios que pretende este eslabón no serán tomados de inmediato por sus clientes, ya en los contratos actuales se logró instaurar cláusulas «móviles» que permiten actualizar los montos establecidos por el servicio, frente a los incrementos salariales de la mano de obra requerida -los cuales han sobrepasado el 100% desde el año 2008 a la fecha, por ejemplo-.
Este no es un dato menor y así lo refleja un trabajo elaborado por Asociación de Ideas para el período 2006 – 2009, en el cual se demostraba que mientras el sector veterinario evidenciaba una reducción general del personal permanente cercana al 10% interanual, los laboratorios terceristas incrementaban su planta estable en un 52% a lo largo del periodo evaluado.
Todo cambia
Sin dudas el gran cambio que se ha dado en este tiempo dentro del sector ha estado vinculado con la permanente búsqueda de eficiencia por parte de quienes ofrecen estructura, mano de obra, calidad e inversiones a la elaboración de los fármacos veterinarios. Mientras tiempo atrás podían encontrarse cotizaciones que estipulaban el valor de un «frasco» en $3, por ejemplo; hoy en día se ha logrado cuantificar el costo correspondiente a cada uno de los procesos que se realizan para poder hablar de un producto terminado. Así, y en el caso de un inyectable, se ha comenzado a tomar conciencia del valor de: la recepción, evaluación, codificación y acondicionado de los insumos, el lavado y esterilizado del envase, la pesada de la materia prima de acuerdo al tipo de principios activos y a la formulación, el complejo proceso de filtración para llegar al producto estéril, el tapado y precintado del mismo, los tiempos muertos entre las tomas de muestras y los resultados de los análisis de proceso, la colocación y codificación de las etiquetas, la codificación del estuche, la inclusión manual de su prospecto, el acondicionamiento final y la entrega de las cantidades convenidas. Cada una de estas maniobras ha cobrado valor en sí misma; valores que -lenta y paulatinamente- comienzan a traspasarse a quienes adquieren el servicio.
«La necesidad de adecuarnos a las normas GMP agrava aún más el problema debido a las inversiones que debemos hacer para cumplimentar las exigencias del Senasa. Se decía que las mismas serían ampliamente recompensadas con el precio diferenciado de los productos elaborados bajo norma, pero la realidad nos indica otra cosa: hasta hoy no habíamos podido ajustar nuestros valores por la enorme resistencia de nuestros clientes laboratorios a admitir ajustes», nos aseguró recientemente uno de los involucrados en el tema. Y vaya si tiene razón, sobre todo teniendo en cuenta quienes son hoy los responsables de afrontar hoy todo el costo de la calidad de los productos que ellos y elaboran y otros comercializan: ¿Conocen estas empresas que no aceptan «ajustes» que desde la entrada en vigencia de la normativa GMP las plantas elaboradoras en nuestro país tienen la obligación de utilizar agua ultra pura proveniente de plantas de doble ósmosis inversa y que sus costos de mantenimiento mensual se cuentan en miles de dólares?
¿Les interesa que sus productos se elaboren mediante sistemas de filtración de aire homologado?
¿Entienden que alguien debe afrontar los salarios del personal competente en control y aseguramiento de la calidad?
¿Tienen los elaboradores responsabilidad sobre la imposibilidad de trasladar aumentos de costo a los valores finales de los productos? |
La situación es compleja y las últimas noticias están vinculadas al aumento de los servicios por elaboración de medicamentos. No cabe duda que luego de publicado este artículo volveremos a escuchar a quienes «pueden ofrecer el mismo servicio que tal o cual, cobrando la mitad o menos».
Lo importante allí será que quienes lo acepten, auditen correctamente las instalaciones y los equipos que se utilizarán en los procesos, a fin de no pasar sobresaltos con el paso del tiempo.
Sin subsidios
Una de las respuesta que solían recibir los terceristas en las negociaciones a partir de las cuales se determina el valor de sus servicios era que en determinados segmentos de mercado, «los productos no resisten un incremento en sus costos, porque sería imposible que se lo traslade al precio final». Pero ¿tienen los elaboradores responsabilidad sobre este tema o estaremos frente al momento adecuado para que el mercado comience a reconocer el valor de un producto de calidad?
Es inviable sostener una penicilina de 5.000.000 en los valores actuales del canal comercial veterinario, cuando los costos de elaboración de sus dos componentes son ya superiores a este precio. |
¿Un ejemplo? Resulta inviable sostener una penicilina de 5.000.000 en los valores actuales del canal comercial veterinario, cuando los costos de elaboración de los dos componentes del producto son ya superiores a este precio.
El debate ha vuelto a cobrar importancia en los primeros meses de este año y seguramente será eje de las discusiones en el corto y mediano plazo.
A nivel local, distintos sectores se aprestan a una nueva realidad económica luego de la decisión del Gobierno nacional de quitar los subsidios existentes en diferentes rubros. La industria veterinaria forma parte del entramado económico de este país y parecería no poder escapar tampoco -al menos en este total y absoluto juego de palabras- de que se le quite uno de los «subsidios» que permitió afrontar las dos últimas crisis financieras a las que debió sobreponerse: el del tercerismo.