Eslovaquia confirmó en las últimas semanas un brote de fiebre aftosa en tres granjas bovinas ubicadas en los distritos de Komárno y Dunajská Streda, al sur del país. Este brote, el primero en más de medio siglo en suelo eslovaco, ocurre pocos días después de la notificación de casos similares en Hungría, encendiendo las alarmas sanitarias en toda la región.
Ante la situación, las autoridades sanitarias eslovacas desplegaron rápidamente un paquete de medidas de emergencia para frenar la propagación del virus de manera que no afecte a la producción ganadera. Se establecen zonas de protección y vigilancia en torno a las granjas afectadas, prohibiendo el movimiento de animales susceptibles en un radio determinado.
Asimismo, se intensificaron los controles en rutas, fronteras y explotaciones ganaderas. Paralelamente, se lleva adelante una investigación epidemiológica exhaustiva para rastrear el origen del brote.
Alemania, libre de fiebre aftosa
Pero las acciones no se limitan solo a Eslovaquia. Países vecinos como la República Checa reanudaron controles fronterizos estrictos, implementando la prohibición del ingreso de animales provenientes de las zonas afectadas en Hungría y Eslovaquia. Alemania, que también tuvo un brote reciente, reforzó sus protocolos de bioseguridad y logró recuperar su estatus libre de fiebre aftosa, aunque mantiene vigilancia especial en la región afectada.
El escenario sanitario pone de manifiesto, una vez más, la relevancia de contar con sistemas de control epidemiológico sólidos, capaces de dar respuesta inmediata y coordinada ante enfermedades que, más allá del impacto productivo, ponen en jaque la estabilidad comercial de las proteínas animales en el mercado global.