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“Cuando los ingresos son bajos, todos los alimentos parecen caros”

Así lo aseguró el último informe elaborado por Rosgan donde, entre otras cosas, analizan cada semana los precios de la carne. Esto y mucho más, a continuación.

27 de enero de 2021 - 10:59

Tras el fuerte aumento de precios registrado por la hacienda en pie desde finales del año pasado,
se conocieron luego los números de inflación de diciembre, lo que terminó de incomodar a quienes
apostaban a una baja gradual de los indicadores inflacionarios. De acuerdo a los datos oficiales medidos
por el INDEC, el IPC (Índice de Precios al Consumidor) trepó en diciembre al 4%, el nivel más alto de 2020,
cerrando el año con una inflación acumulada del 36,1% anual.

Dentro de los ítems que componen el rubro ‘Alimentos y Bebidas no alcohólicas’, la carne y sus derivados
finalizaron el año con un alza del 57,6%, lo que significa más de 20 puntos por encima de la inflación general.
En efecto, el aumento registrado durante de diciembre adicionó unos 15,5% puntos al acumulado anual,
cuadruplicando el IPC general de ese mes.

Es así como, dentro de este ítem, el precio de la carne vacuna se convirtió en una de las principales preocupaciones del Gobierno que lo llevaron a diferentes intentos de intervención bajo la concepción de ser uno de los componentes más sensibles al momento de medir la inflación.

¿Pero es realmente el precio de la carne el que se encuentra más caro o es el poder adquisitivo del asalariado el que ha sufrido el mayor recorte en los últimos años?

Sin dudas, tanto 2019 como -en especial- el 2020 han sido ciclos de recomposición del precio de la carne,
donde los incrementos anuales claramente han superado el aumento general de precios, medido a
través del IPC. Sin embargo, estas recomposiciones suceden luego de tres años de precios retrasados
-2016 a 2018- período durante el cual los mostradores no lograban acompañar el aumento inflacionario,
acumulando retrasos de más 40 puntos.

Pero nada de esto sorprende dado que este tipo de ajustes cíclicos o escalonados resulta habitual en la
carne, presentando períodos de retrasos pronunciados, seguidos de ajustes muy significativos que, una vez
encontrado el techo impuesto por el consumidor, vuelven a estancarse, generando nuevos retrasos.
Basta con observar el patrón que reflejan estas correcciones de precios en los últimos 10 años (gráfico
adjunto). Con anterioridad a los ajustes vistos durante 2019 y 2020, la curva marca otra escalada durante
los años 2013 a 2015, como respuesta a un retraso acumulado de más de 20 puntos en los años previos.

Sin embargo, más allá este patrón de ajuste, no existe una correlación definida entre las variaciones del
precio de la carne y el efecto inflacionario, al menos en los últimos 10 años analizados.

Si realizamos similar comparación entre las variaciones anuales registradas por el Ingreso Medio
de los Asalariados -sector público y privado- notamos que, sobre los últimos 9 años -dado que para 2015 no
existen datos disponibles- solo en 3 de ellos (2011, 2013 y 2017) el Ingreso Medio en Argentina mostró una
recomposición salarial que, en promedio, superó en 5 puntos la tasa de inflación. En el resto de los ciclos, la
capacidad de compra real de ese salario medio se vio disminuida por efecto inflacionario acumulando un
retraso o empobreciendo del salario de casi 50 puntos, medidos contra inflación.

Si medimos el gasto promedio en carne vacuna a finales de 2011, con un consumo medio per cápita
de 56 kg/año, tenemos que cada argentino destinaba cerca de $1.800 al año, a valores corrientes. Sobre
un ingreso medio anual equivalente a $43.150, en promedio, se destinaba un 4,2% del ingreso total al
consumo de carne vacuna. Diez años después, con 6kg menos de consumo per cápita, este gasto promedio
en carne vacuna asciende a $26.670, considerando valores a diciembre. Es decir, sobre un ingreso medio
estimado en $37.600 -asumiendo ajuste equivalente a inflación-, la proporción de ingreso destinado al
consumo asciende hoy al 5,5% del presupuesto total. Es decir, el mismo consumidor regula sus prioridades.
Sin embargo, en el caso particular del año 2020, el hecho que el gasto en carne vacuna ocupe una mayor
proporción del presupuesto per cápita, no solo responde a un aumento de precios sino principalmente
a una redistribución del gasto de los hogares, en un contexto de pandemia donde otros gastos como
recreación o esparcimiento se vieron reducidos.

En definitiva, el consumidor argentino a través de su poder de compra es quien pone techo al precio de la
carne, incidiendo sobre más del 75% de la producción nacional.

Basta con ver los últimos retrocesos registrados en Liniers en las últimas semanas, para dar cuenta del
techo que ha puesto el consumidor a la escalada de precios vista a fines del año pasado. En lo que va del
año, las categorías de consumo -novillitos y vaquillonas livianas- registran quebrantos de entre 10 y 15 pesos
respecto de los valores alcanzados durante los últimos días de diciembre, mostrando que ya no hay margen
para seguir volcando nuevos aumentos al mostrador.

Pasado el pico de consumo de fin de año y con un consumo vacacional más limitado, la demanda se
encuentra ciertamente estabilizada, lo que conducirá indefectiblemente a una mayor estabilización de los
precios de la carne en los próximos meses, posiblemente con un pico estacional mucho más suavizado hacia el
mes de marzo.

Paralelamente, el descongelamiento de tarifas, los ajustes impositivos dispuestos para el presente ciclo,
así como el corte de planes de asistencia social, sin dudas generarán una mayor presión sobre el poder
de compra de los argentinos, algo que en definitiva escapa a la capacidad de regulación que tienen el propio
consumidor por responder ya a variables de índole macroeconómicas cuya resolución reviste una mayor
complejidad.

Para leer el informe completo hace click acá

Fuente: María Julia Aiassa – Rosgan

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