Marcelo Zysman tiene una forma muy particular de decir las cosas: sorprende, provoca, convoca. Y así lo hizo en el escenario de CIVA 2019. Habló de Reggaeton, de feliz cumpleaños, de hormigas y de bomba atómica. Y el mensaje fue contundente: el mercado veterinario cambió y está en riesgo.
El punto de partida de la reflexión fue la transformación de los mercados internacionales a partir de la revolución tecnológica y el auge de la globalización. En Argentina, veterinarios, distribuidores y laboratorios convivían en armonía en un mercado equilibrado. La irrupción de las tendencias globales, los afectó de maneras diferentes.
Las distribuidoras vieron el cambio y se adaptaron, pasaron de pequeños emprendimientos familiares a pymes y grandes empresas. También lo hicieron los laboratorios, incluso algunos se convirtieron en exitosas empresas multinacionales. Incorporaron productos específicos de la línea de animales de compañía. Sacaron provecho de la información que empezó a circular a velocidades antes impensadas. Accedieron a conocimiento y experiencias externas y las aplicaron al mercado local.
En cambio, los veterinarios de pequeños animales siguieron con su trabajo como si no pasara nada. Y pasaba. Además de los cambios globales y las transformaciones del mercado local, las universidades empezaron a orientar a los nuevos veterinarios hacia la asistencia de animales de compañía: aumentó la competencia. Si antes había un veterinario zonal referente, ahora hay 25 en igualdad de condiciones para prestar servicio dentro de la misma comunidad.
Zysman, veterinario de formación y profesión, fue categórico: “tomamos la decisión equivocada, hicimos todo mal”. Mal en creer que la única forma de competir es por precios, con la consecuente pauperización del trabajo. Mal en no especializarse, en pensar en precios y no en valor. Mal en no aceptar el aspecto comercial de su negocio, al punto de desconocer lo que es un costo directo, una amortización, un punto de venta o una unidad de negocios.
Entonces, cuando entraron nuevos competidores, petshops y empresas internacionales de alimentos balanceados, perfectamente capacitados para hacer un buen negocio, el golpe fue brutal. Y ese mercado que hace 30 años se repartía equitativamente entre veterinarios, laboratorios y distribuidoras se repartió, pero lo único que se distribuyó fue la parte del veterinario.