Informe especial - Producción bufalina en Argentina
“Hay que invertir en el manejo y comprometerse con la producción”
Lo asegura el Dr. Exequiel Patiño, miembro de la Asociación para la Producción y el Desarrollo del Búfalo en la Argentina. El stock nacional asciende a unas 115.000 cabezas y representa un negocio de $150 millones.
A razón de 70 gramos por persona y por año, el consumo de carne de búfalo es un hecho en la mesa de los argentinos, sin estos siquiera saberlo.
Si bien resulta marginal y su presencia está concentrada en dos grandes segmentos, los restaurantes Premium y un par de redes de carnicerías en las provincias productoras (Formosa y Corrientes), su (primera) venta representa un negocio de al menos $150 millones anuales.
Para el Dr. Exequiel Patiño, profesor de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), la producción de búfalos en el país -principalmente en el NEA- presenta condiciones y ventajas competitivas para conformar un clúster productivo exitoso.
Se cuenta con el ecosistema adecuado, productores dedicados a la actividad y también existen instituciones de generación de tecnología, como facultades de
UNA ACTIVIDAD QUE CRECE AL 12% ANUAL
Los primeros búfalos llegaron a la Argentina a principios del siglo XX, procedentes de Rumania y con destino a la provincia de Entre Ríos. Después de los fallidos intentos de cruzar el búfalo con el ganado bovino y al no haberse considerado la incompatibilidad cromosómica (el búfalo tiene 50 cromosomas y el bovino 60), pasaron varios años de aquella época hasta que se reanudarán las importaciones.
Fue en 1976 cuando el ganadero correntino Enrique Bencich, miembro de la familia propietaria del edificio del hoy hotel de la cadena francesa Sofitel, en la calle Arroyo de la Ciudad de Buenos Aires, introdujo 1.300 animales desde Brasil y los trasladó a la estancia Santa Rosa, en Corrientes. Así empezó la producción comercial de búfalos hace más de 40 años y desde entonces crece a razón del 12% anual.
Veterinaria y agencias del INTA, muchas de las cuales vienen dedicándose desde tiempo a la investigación aplicada a esta actividad productiva.
En el país, según las últimas cifras difundidas por el Senasa en marzo de 2017, el stock de búfalos asciende a 115.637 cabezas, repartidas geográficamente de la siguiente manera: Formosa, 44.750 (39%); Corrientes, 34.300 (30%); Chaco, 14.490 (10%); y Misiones, 2.222 (1,5%). Sin embargo y en base a la teoría de algunos productores, el número real de animales podría rondar los 200.000, solo que muchos serían identificados como bovinos o sencillamente se movilizan en un mercado informal.
Con los números a su favor
Argentina concentra el cuarto mayor stock de búfalos de todo el continente, detrás de Brasil, Colombia y Venezuela. Para el Ing. Agrónomo Marco Zava, productor, asesor y miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Criadores de Búfalos, las cualidades de este animal son superiores a la de los bovinos. “Las hembras viven hasta 25 años y ofrecen 16 pariciones; a su vez, en 24 meses se puede terminar un animal de 380 kilos para consumo interno, solo a pasto; y ni hablar de su resistencia a ambientes hostiles tanto secos como anegados”, describe Zava algunas de las virtudes de este peso pesado del Norte.
“El uso de búfalos se da en campos de poco valor y en sistemas distintos al del vacuno, porque el pasto ordinario con nitrógeno (que no es útil para los bovinos) en los búfalos se quiebra y permite tener una mayor ganancia de peso, de forma ininterrumpida desde el nacimiento”, explica el productor asentado en Corrientes.
Y sigue: “En el Norte con el búfalo hay un 60% más de ganancia de peso y entre un 15 y 20% más de niveles de preñez; cada hembra despacha 16 terneros versus los ocho que en promedio pare un vacuno”.
En el mercado coinciden que hay alrededor de 50.000 vientres en producción, que alcanzan niveles de destete en torno al 80%, aportando cerca de 20.000 cabezas macho y un número similar de hembras, cada año. Sin embargo, solo llegan a faena unas 14.000, al menos según los registros oficiales.
“Con un promedio de 400 kilos de peso vivo, se comercializan poco más de 6 millones de kilos por año. Sin embargo, el rinde es de solo el 50%: unos 3 millones de kilos de carne cada 12 meses. Esto representa un consumo per cápita de 70 gramos”, aporta Zava.
Para el Dr. Patiño, actualmente la población bubalina de nuestro país debería ser mayor. “No es así debido a dos motivos concretos; el primero fue el fracaso de dos importaciones de miles de bubillas provenientes de Brasil en la década de 1990, debido a brotes de fiebre aftosa tanto en dicho país, como en el nuestro. La otra causa es la ausencia de políticas públicas que incentiven la actividad en las zonas apropiadas. Esto le ocasionó a Argentina que una cantidad importante de bubillas del stock ganadero sean destinadas al mercado de carne, cuando deberían destinarse a la reposición de los establecimientos”, analiza. Y completa: “Queda clara la importancia que tendría un programa de importación de semen desde Brasil o Italia, para una superación constante de la calidad de nuestros rodeos. En este sentido, es muy largo el camino que aún se debe recorrer, ya que la calidad general de los ejemplares de nuestro país es inferior a la de aquellos de algunas regiones de Brasil y a la de todos los búfalos italianos, por citar algunos ejemplos”.
En los extremos
Dr. Exequiel Patiño.
Hoy el mayor productor del país está en Formosa y tiene unas 30.000 cabezas sobre 28.600 hectáreas. La empresa se denomina Compañía General de Haciendas y su titular es el productor Félix Noguera. En el otro extremo, más de un centenar de productores tienen un stock reducido, casi de supervivencia.
“En Argentina existe todavía una amplia región inexplotada o explotada ineficientemente desde el punto de vista pecuario, debido a la falta de adaptación del ganado vacuno a la misma, como son los sectores bajos e inundables que totalizan unas ocho millones de hectáreas”, asegura Patiño.
“Los submeridionales santafesinos, las costas de los ríos Paraná y Paraguay en Santa Fe, Chaco y Formosa, el pre-delta entrerriano y delta bonaerense, los esteros correntinos y la cuenca del Río Salado en Buenos Aires. Esta superficie es apta para soportar la carga de un búfalo cada dos hectáreas, lo que permitiría una población de 4 millones de búfalos, que no competirían con el ganado tradicional (no apto para estas zonas marginales)”, explica el profesor de la UNNE.
Para el Ing Agrónomo Zava, co-autor del libro “Búfalos en Argentina”, si se modifica la infraestructura en el Norte, con la producción de búfalos se podrá hacer de esa región una segunda pampa húmeda. Todo, sin hacer grandes cambios a campo, porque los niveles de eficiencia son similares a los del vacuno en la pampa húmeda. Sin embargo, hay algunos contratiempos que tienen que ver con aspectos culturales.
“Hubo un tiempo donde la carne de búfalo ganó mala fama porque solo se comercializaban cortes de animales viejos. Aún hoy hay un problema cultural con respecto a las bondades de la carne”, se lamenta Zava. Y sigue: “También existe un problema cultural en cuanto a la oferta. El sector no cuenta con los recursos como para realizar grandes campañas tendientes a incrementar el consumo, razón por la que optamos por ir a los nichos de mercado. Más allá de esto y al mismo tiempo, hay que invertir en el manejo y comprometerse con la producción”.
Entre las razones de su adopción aún marginal, tanto por parte de los productores agropecuarios como de los consumidores argentinos, Patiño sostiene que, sucede lo mismo que ocurrió con la llegada del ganado Índico: llevó mucho tiempo que se la adopte masivamente. Además y entre los puntos débiles de la producción local, se destaca la prácticamente nula generación de leche. Mientras que, por ejemplo, en Brasil, la misma es de tal magnitud, que existe una gama variada de productos.
“En promedio, el búfalo pesa 150 kilos más que un vacuno y tiene una memoria similar a la del caballo. Comprendiendo esto, su manejo es especial en su vínculo con los seres humanos: es clave disponer de rodeos ordenados semanalmente, donde el personal vaya al potrero; agrupe a los animales y los lleve al corral. Todo esto demanda conocimiento del capataz, los peones, los extensionistas y naturalmente el productor”, señala Zava como pilar de la producción.