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SUSCRIBITECon la incorporación de tecnologías sencillas y económicas, es posible aumentar la producción de carne bovina un 30%, sin aumentar el stock».
Señoras y señores, el mensaje no sólo llegó sino que empieza a replicarse.
La anterior frase no fue sacada de un artículo publicado anteriormente en este medio, ni del Plan Sanitario Productivo de Caprove; ni proviene de una acción del sector veterinario.
Tal afirmación fue realizada por un grupo de trabajo de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UCA, en un evento donde se reunieron a expertos de diferentes países para discutir los escenarios futuros de la producción bovina en la región.
Con el objetivo de describir el proceso vivido por la ganadería local en los últimos 40 años, Marina Bouhier, Natalia Salinas Somoza y Lorena Bestercan, sostuvieron que la actividad muestra un claro estancamiento en diversas variables, como pueden ser el stock de animales; la faena total y el peso de res; el consumo interno y la participación de los productos nacionales en el mercado internacional.
Más allá de esto, fue interesante presenciar la presentación de un indicador que mide la productividad de la actividad, el cual se representa en kilos de carne por animal y por año, construyéndose mediante el producto que surge entre la tasa de extracción y el peso de la res (Ver Gráfico N° 1).
«Se trata de un índice más exacto que la tasa de extracción (relación entre el número de cabezas faenadas y el de cabezas en stock). El indicador de productividad permite medir una variable común a todas las categorías, como lo es el peso de la res. ¿Por qué decimos que se encuentra estancado? Porque en los últimos 40 años osciló entre los 50 y 55 kilos de carne», resaltaron las disertantes.
¿Es esto mucho o poco?
En Australia, por ejemplo, el indicador varía entre los 75 y los 80 kilos, durante el mismo periodo.
Sin dudas que esta baja productividad representa una debilidad para toda la cadena de valor, la cual se percibe -por ejemplo- en el histórico y precario 60% de destete promedio que se logra a nivel nacional.
«Esta realidad productiva nos hace muy dependientes de factores externos: cuando el contexto ofrece malos precios, nos movemos en escenarios de crisis como el que en 2009 dejó a muchos productores fuera del negocio. Mientras que cuando los valores ofrecen oportunidades, vemos rentabilidades variables, en base al grado de eficiencia que cada establecimiento pueda lograr. Los mejores resultados, permiten independizarse de los precios», aseguraron las expositoras.
Interesante fue también apreciar qué pasó en estos años con el principal competidor de la ganadería por el uso del suelo: la agricultura. Si bien es conocida la expansión de la misma en superficie, puntualmente en el caso de la soja también se destaca un crecimiento exponencial de la productividad por unidad de superficie (Ver Gráfico N° 2). A lo largo de la disertación, se dejó en claro que esto fue posible «porque los productores aprovecharon un contexto de buenos precios para aplicar herramientas y tecnologías disponibles. Lo mismo debería ocurrir hoy con la actividad ganadera».
Desde la UCA llamaron al sector a incrementar sus niveles de productividad (tal como lo hizo la agricultura) mediante la incorporación de tecnologías (de proceso y de insumos), específicas para cada región.
«Las tecnologías de proceso requieren de la aplicación de conocimientos técnicos y si bien son económicas, aún es baja su adopción», explicaron, al tiempo que afirmaron: «En el caso de la nutrición, es preciso avanzar sobre el manejo de pastizal natural y el pastoreo rotativo.
Mientras que en lo que hace a la sanidad, será clave que se logre la real instrumentación de planes sanitarios, se mejore el manejo reproductivo de la hacienda y se estacionen los servicios».
En lo que hace a tecnologías de insumo, se destacó que si bien requieren de una mayor inversión, actualmente son aplicables gracias a la relación insumo / producto. Llamaron a trabajar sobre forrajes (silos, pasturas y verdeos); suplementación; engorde a corral; planes sanitarios; destete precoz y genética.
A fin de profundizar en sus recomendaciones, las disertantes comentaron las ventajas de dos de los ítems mencionados. En el caso de los silos, dejaron en claro que permiten equilibrar la oferta en cantidad y calidad de la dieta -en base a su versatilidad para las diferentes categorías-, así como aumentar las cargas por su alta producción en Kg. de MS/ha (Ver Gráfico N° 3). Ya refiriéndose al destete precoz -técnica que no por conocida está bien difundida- aseguraron que mejora la preñez cabeza y la condición corporal de los vientres (acorta anestro post parto y disminuye requerimiento de la vaca de 1,4 a 0,7 EV), entre otras virtudes (Ver Gráfico N° 4). «Aplicando estas tecnologías y manteniendo el mismo stock, podríamos pasar de una tasa de extracción del 23 a otra del 28%. Por otro lado y con políticas a favor, se podría lograr un peso de faena promedio de 245 kilos. La acción conjunta de estas variables, nos llevaría a aumentar la producción de carne en un millón de toneladas adicionales», concluyeron las autoras del trabajo.
La ganadería argentina y los profesionales que en ella se desempeñan se encuentran en un punto de inflexión. Ya no hay dudas que el camino a seguir es el de la eficiencia y el estímulo permanente hacia una mayor inversión en asesoramiento e insumos, como lo dice la UCA y como lo viene sosteniendo el sector veterinario desde hace varios años.