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SUSCRIBITE En los océanos del mundo aún hay inmensas porciones que permanecen completamente inexploradas. En el plano empresarial, existe una teoría que señala algo similar: hay espacios “ocultos” donde las compañías que los descubran pueden encontrar una oportunidad para el crecimiento rentable y repleto de ventajas.
Esa estrategia quedó plasmada en una obra creada por dos profesores de la escuela de negocios europea INSEAD, W. Chan Kim y Renée Mauborgne, en 2005, y se conoce como Océano Azul. Si dar con uno a lo largo de la vida de una empresa puede ser toda una hazaña, hacerlo por partida doble resulta casi un milagro.
En la Argentina, ese milagro se hizo realidad de la mano de otra dupla, en este caso los doctores Arnaldo Colusi y Omar Romano Sforza. ¿Cómo?
A partir de un descubrimiento que vino a combatir a la tifosis aviar en la Argentina una enfermedad que literalmente diezmaba las granjas hacia fines de los años 70. Sin embargo, el desarrollo de esa vacuna no impidió que una década más tarde un nuevo hallazgo se transforme en la plataforma exportadora de la compañía. Así fue como descontinuó la producción de biológicos y se inclinó por los fármacos, introduciendo la fosfomicina, hasta entonces un antibiótico solo de uso humano, en el canal veterinario.
Ambos hallazgos representan las bases de Bedson que, hoy, suma a la sede local oficinas en España, México, República Dominicana, Guatemala, Líbano y Malasia. Y de la mano de 91 colaboradores y una planta propia de 3050 m2, en Pilar, Buenos Aires, exporta cerca de un millón de dólares por mes a casi 40 mercados.
Sendero Luminoso, movimiento subversivo peruano, para inicios de la década del 90 ya se había cobrado la vida de cerca de 500 personas.
La violencia era moneda corriente en la región, al punto tal que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hacían lo propio en ese país con un saldo de muertes aún más grande.
Mientras tanto, en la Argentina la mayor violencia conocida por esos años era la inestabilidad macroeconómica.
Es así que, a pesar de la distancia, el temor no fue un impedimento para que Arnaldo Colusi y Omar Romano con ansias de ganar mercados internacionales despedían a sus familias y encararan periplos que podían durar hasta dos semanas en busca de sellar nuevas alianzas comerciales en esos países convulsionados.
“Romano siempre fue muy inquieto y explorar el mundo también fue una de las iniciativas que cambió la visión de todos como empresa”, afirma Alicia Romero de Colusi, actual presidente Bedson en diálogo con MOTIVAR.
“Nos dimos cuenta que los vaivenes argentinos nos obligaban a pensar en el mercado externo y fue así como se dieron los primeros pasos. Si bien eso parece sencillo, conquistar un país es muy complejo y sacrificado. De hecho, suele llevar años de trabajo. Ellos se turnaban y durante 15 días visitaban los distintos mercados. No puedo olvidar los primeros viajes a Perú, eran momentos álgidos en la región y no sabíamos si volverían”, recuerda esos primeros viajes.
En la década del 80, Bedson ya estaba presente en Uruguay y el desembarco en el resto de los países de la región fue paulatino.
En ese proceso, la figura del estadounidense John Rathbone cobra protagonismo. Amigo de los fundadores y con amplia experiencia en laboratorios de los Estados Unidos fue un aliado estratégico en la apertura de mercados en Centroamérica y el Caribe, primero, y el Sudeste asiático y Sudáfrica después.
En los albores de los 2000, Bedson estaba en franco ascenso y se enfocó en optimizar su administración y recursos dando un salto hacia nuevos mercados.
En ese momento, deja de mirar solo a la región y empieza un camino que hasta el día de hoy continúa con la mirada puesta en mercados de otros continentes. En esa época la compañía estaba cercana al millón de dólares en ventas anuales con un porcentaje del 85% de producto exportado. Cono Sur, África y Sudeste Asiático eran las tres regiones que explicaban ese presente.
Eugenio Colusi, vicepresidente de la compañía y miembro de la segunda generación, tiene en su memoria los recuerdos de esa etapa de Bedson cuando incluso hacía las veces de traductor en los viajes junto a su padre.
“El año pasado los distribuidores en Filipinas, Tailandia, Malasia e Indonesia celebraron las primeras dos décadas con Bedson y tuve la oportunidad de visitarlos con mucha satisfacción”, afirma quien, a su vez, piensa el futuro de la compañía: “Ahora la línea de nutrición es nuestro foco. Sin desatender la de antibióticos, debemos acompañar la tendencia de su uso racional y surfear la onda verde del mercado a partir del uso de aditivos en la nutrición para anticiparse a los problemas. En los próximos cinco años veo un Bedson más fortalecido en ese aspecto, pero no solo en la división avícola sino también en cerdos, rumiantes y peces”.
No era una comida más. Esa noche del 8 de agosto de 2006, el Dr. Arnaldo Colusi traía una excelente noticia a la mesa familiar. Junto a su socio de toda la vida viajaría a China para estrechar lazos con su más importante proveedor de materias primas. Todo transcurrió con total normalidad y terminó la comida repasando los regalos que les podía traer a sus hijos más pequeños, Emilia y Eugenio.
Nadie pudo prever que sería la última cena. En horas de la madrugada del martes, Arnaldo se descompensó y falleció más tarde.
Un cimbronazo en el seno familiar y, por ende, también para Bedson.
“Si bien lo teníamos muy charlado, asumirlo fue una tarea muy difícil. Además de mis dos hijos en plena etapa de crecimiento, quedaba también el rol en la empresa”, señala Alicia Colusi. Y agrega: “En esa primera semana me di cuenta que también fue un golpe para la sociedad: recibí llamados y correos de los lugares más remotos del mundo. Uno entiende que la vida es esto, pero el golpe es muy grande”.
La actual presidente de la compañía se tomó 15 días para rearmarse y volvió a la empresa. “No fue sencillo llenar ese vacío que dejó el doctor, pero todos los días lo mencionamos, sigue muy presente”, asegura quien como primera medida se sentó a dialogar con su ahora socio.
“Entendimos que esto es una empresa y teníamos responsabilidades, así convenimos en seguir trabajando como lo veníamos haciendo porque eventualmente llegaría la transformación”, resalta Alicia de esa etapa. Y completa: “Siempre hablo de mis cinco hijos, porque a los tres primeros hijos de Arnaldo los considero propios. En ese momento ellos me empoderaron como la cabeza de lo que consideramos el Grupo Colusi que hasta hoy conserva el 50% de Bedson”.
Los años posteriores continuaron en ascenso para la compañía argentina alcanzando en 2012 un monto extraordinario en ventas en torno a los US$ 18 millones, a raíz de una serie de factores que incluyen ventas excepcionales a distintos mercados de África. Sin embargo, casi en simultáneo, fronteras adentro se desataba una nueva tormenta.
La escasez de divisas a nivel nacional se hacía evidente y las restricciones gubernamentales se acrecentaban. Una nueva norma obligaba a las empresas a “repatriar” el dinero generado por las exportaciones en tan solo 30 días.
“Era imposible hacerle entender a un tailandés que nos pague la compra cuando su mercadería aún estaba flotando a mitad de camino”, recuerda el absurdo Colusi.
“Bedson siempre se caracterizó por su bajo perfil, pero esta situación nos puso al límite y nos hizo salir a hablar públicamente. La planta estuvo parada durante 60 días, la incertidumbre era generalizada y teníamos los pasillos abarrotados de mercadería que no podíamos despachar”, recuerda junto a MOTIVAR. Y agrega: “Finalmente logramos hacerle llegar el caso a las autoridades y que se regularice la situación, pero fue una de las crisis más graves que nos tocó vivir”.
En los años sucesivos, las exportaciones fueron descendiendo paulatinamente a partir de nuevas barreras arancelarias y una mayor competencia internacional. “Nuestro producto estrella sigue siendo Fosbac, es decir, el mismo que nos permitió salir al mundo. Junto al hepatoprotector Bedgen, un producto natural, generamos un 90% de nuestros ingresos”, asegura la presidente de Bedson y traza la visión de su compañía: “No creo que en la cría extensiva podamos erradicar el uso de los antibióticos, pero si hay que saber cuándo usarlo y evitar abusar de su uso. En el plano comercial, queda abierta la puerta a reconquistar mercados, como Brasil y Australia y en el mediano plazo llegar con más fuerza a gigantes como China e India”.
Mientras tanto, Bedson espera alcanzar ingresos por alrededor de US$ 12 millones este año y está abierta la puerta para que las nuevas generaciones aporten proyectos en búsqueda del próximo océano azul.
Bedson nace de una forma distinta a la compañía actual porque surgió como un laboratorio de biológicos a partir del desarrollo de una vacuna que no existía en el mercado argentino.
La cepa nueva R contra tifosis aviar fue parte del estudio que realizó el Dr. Arnaldo Colusi en Francia. Tras su regreso a la Argentina, continuó con ese trabajo y obtuvo un premio que se trasladó al campo práctico con el surgimiento de Bedson de la mano de su socio y amigo Omar Romano Sforza.
El problema de la tifosis aviar era gravísimo porque de contraerse había que sacrificar a todos los animales de la granja. La solución que desarrolló Bedson tuvo una rápida aceptación y gran demanda que inicialmente se abasteció desde un laboratorio tercerizado en la localidad de Olivos (GBA), llamado Ewing Clinical, donde Alicia Romero era empleada.
A su vez, el Dr. Juan Carlos Manetti también colaboró en el desarrollo de la vacuna. Hasta entonces, ninguno de los miembros de ese proyecto pensaba en crear una empresa. El Dr. Colusi veía la vida a través del microscopio, era un microbiólogo de pura cepa, y jamás imaginó la dimensión empresarial de su descubrimiento. En cambio, Romano Sforza siempre tuvo una veta más estratégica y comercial. En esencia, eso dio lugar a una gran fusión porque se complementaban muy bien.
En 1979, la producción ya era continua al punto tal que se turnaban para dormir en la planta porque los cortes de la vacuna vía fermentación eran cada 18 horas y eso se daba muchas veces a la madrugada. En esa etapa nunca se detuvo la producción.
La inversión inicial salió de los bolsillos del Dr. Colusi, Romano Sforza y colaboradores que financiaron los primeros lotes, pero tuvieron una conducta inicial de reinvertir todas las ganancias que generaba el negocio. Esto permitió montar la planta propia sin tener que recurrir a préstamos o capital adicional de los accionistas.
La vacuna COLVAC 9R contra la tifosis aviar representaba un mercado exclusivo para Bedson porque fueron los primeros en introducirla en el mercado local. Familias como De Grazia y Rasic y multinacionales de la talla de Cargill se encontraban entre los primeros clientes, pero pronto empezaron a surgir competidores a partir del desarrollo de copias. Bedson había montado su propia planta en una ex “watt de camioneros” sobre la Ruta 8, no eran más de cinco personas trabajando allí, cuando esa zona aún no estaba desarrollada.
Hoy el lugar conserva los azulejos que colocaron en aquel entonces para transformar ese enorme cubo vacío en su propia línea de producción.