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SUSCRIBITEGracias a los avances en las investigaciones y a las inversiones que realizan las empresas biotecnológicas ya es posible implantar soja en zonas no tradicionales; arroz en campos inundados e inundables; y trigo en áreas frías, con la posibilidad -inclusive- de resistir nevadas intensas. Esta realidad lleva a que la agricultura y la ganadería deban rediagramar sus modelos técnicos, ajustando potenciales y dejando de lado las «recetas» tradicionales para poder avanzar en la consolidación de estrategias comunes.
Estudioso de la situación, el veterinario Gabriel Carnevale (Pergamino, Buenos Aires) se entrevistó con este Periódico MOTIVAR para compartir las acciones que propone a sus clientes.
«Con alquileres agrícolas firmes, muchos productores de la zona núcleo deciden arrendar sus campos y percibir entre 14 y 18 quintales», explicó el profesional, al tiempo que dejaba claro que el trabajo de los asesores no puede limitarse hoy a brindar soluciones meramente técnicas, sino cada vez más a vincularlas en esquemas de negocios económicamente viables.
«Alguien que alquila el campo para agricultura y decide vender su rodeo deberá pagar un 35% de la operación que realice en concepto de impuesto a las ganancias, situación que se suma al dinero que lógicamente dejará de recibir por abandonar la actividad. Sin embargo y ajustando el sistema, podría seguir ganando con las dos producciones», profundizó Carnevale.
En este sentido, el asesor resaltó que si los productores logran comercializar el novillo gordo cuando más vale (mayo – junio), evitan desprenderse allí de la soja (en el momento de cosecha, que es cuando su precio se reduce) y sí la comercializan en noviembre y diciembre (cuando no venden la hacienda), estarían optando por una estrategia global para un negocio más rentable. «Se trata de un ahorro impositivo, pero también de poder vender el grano cuando más vale y ganar kilos de carne para financiar a la empresa», reforzó Carnevale.
A fin de articular su propuesta, el Dr. Gabriel Carnevale propone a sus clientes el traslado de la cría (las vacas) a la Cuenca del Salado para que los terneros logrados sean luego engordados en el Delta del Paraná, que abarca una superficie de 1.750.000 hectáreas entre las provincias de Entre Ríos (84%) y Buenos Aires (16%).
«El cliente puede alquilar y sacarle la mayor potencialidad a su campo agrícola (inclusive para hacer semilla) y correr la vaca -ajustando su plan sanitario y nutricional- a otro lado. Es clave entender que no porque sea más marginal, el campo tiene que ser improductivo para la actividad”.
Más allá de esto, el experto dejó en claro que: «El producto final no debe ser visto sólo como un novillo, sino como un instrumento que permite vender mejor la soja, sumarle kilos a los terneros a pasto y evitar la volatilidad de un maíz que algunas veces debe ser comercializado como tal captando una suba de precio y no como alimento para los animales».
La zona de pantanales en Brasil o la de Lousiana, en los Estados Unidos -lugar hacia adonde se trasladan terneros desde Texas (no agrícola) para su engorde- ya son ejemplos de la tendencia que se percibe en cuanto al desplazamiento de los rodeos bovinos.
El menor encierre de vacunos que está teniendo Estados Unidos en feedlots, es otra muestra de cómo los granos se están empleando para producir carne en especies de conversión más eficiente que las vacas, como son las aves, los cerdos y los peces. Frente a estos nuevos desafíos, el Delta argentino le ofrece un «pulmón» a la ganadería, en base a su alta fertilidad y producción de materia seca en el período libre de helada, coincidente con los momentos en que los campos «se hacen» agrícolas en el continente.
Predispuestos a introducirnos en el escenario planteado por Gabriel Carnevale, decidimos acompañarlo a visitar uno de los establecimientos que ya trabajan en la metodología en base a su asesoramiento profesional y comercial.
Alquilamos una lancha, salimos de San Nicolas y emprendimos una navegación totalmente costera (60 kilómetros) por las aguas del Paraná hasta llegar a la altura del Gualeguay, en Entre Ríos.
Si bien Gabriel Carnevale no recomienda esta alternativa, le dio sus razones a este Periódico MOTIVAR. «Existen modelos pero -frente a una inundación- son menos defensivos que los engordes y más dificultosos para evacuar», explicó.
Independientemente de esto, el nivel de producción en el caso de la cría bovina en la isla se mueve cerca de los 70 kilos, por hectárea y por año, resultando una alternativa compatible de integrarse a la forestación en sistemas silvopastoriles.
«Actualmente vemos destetes cercanos al 50%. Es bajo, pero si se tiene en cuenta que el costo de alquiler no es de 100 kilos, sino de 48, podría ser viable», agrego el Dr. Carnevale, al tiempo que mencionó que los principales inconvenientes para la actividad son los reproductivos. «Es difícil controlar la sanidad de los toros», dijo.
Por último, el especialista agregó que se logran menos terneros por vaca en la isla «debido a que se producen muertes perinatales por bicheras. Además, no es lo mismo un ternero de 40-50 kilos que un novillo de 350-400 a la hora de manejarse en la superficie que ofrece el Delta».
Vale mencionar que -desde principios de la última década del siglo XX- la introducción de la ganadería en el sistema forestal insinúa un cambio en el escenario agropecuario de la región, pasando de ser considerada una actividad de prevención de incendios y control de malezas a una productiva: ocupa unas 170.000 hectáreas en el Delta, con una existencia estimada en 350.000 cabezas.
Llegados a tierra firme, tras visitar una serie de corrales y dialogar con los puesteros del campo, nuestro entrevistado detalló el manejo que recibe la hacienda durante su estadía en la isla. «En el lugar de origen de los animales realizamos el servicio de revisación de toros, los tactos a las vacas y la sanidad completa de los terneros, para luego trasladarlos al Delta, en donde seguimos su evolución», explicó Carnevale.
Es interesante mencionar que en esta zona se maneja un equivalente vaca cada dos hectáreas y que el proceso se inicia en junio – julio, con un destete de 200 kilos.
«Los animales se someten a un invierno con pastos diferidos, que tienen carencias minerales y humedad. Se produce carne con sorgo de alepo, verdolaga, canutillo; todas pasturas que florecen durante el verano», sostuvo el experto.
Ese animal pasa dos inviernos en la isla y -con un buen manejo sanitario- producir un promedio de 400 gramos de carne diarios, lo cual le permitiría culminar su engorde con 500 kilos en total (ganancia de 150 kilos anuales).
«Cada otoño encerramos la hacienda: hay hembras que vuelven al continente para preñarse, otras que van a faena y otras que se preñan en la isla. También tenemos novillos que quedan y otros que se comercializan. Esto demanda un arduo trabajo en cuanto a la clasificación de los animales, a fin de darle el mayor valor posible a cada categoría», explicó Carnevale.
Un dato interesante tiene que ver con la inversión necesaria para llevar adelante el proceso: los alquileres se pautan en 48 kilos por año (cuatro al mes), a lo cual se le deben sumar otros 10 kilos, destinados a los traslados y la sanidad.
Vale mencionar que generalmente las islas productivas disponen del status de ser trazadas, con lo cual la hacienda puede ser enviada a terceros países. «De lo poco que se exporta hoy en día de animales con un peso de 450 -500 kilos, la gran mayoría sale de overo negro y hacienda pesada del Delta», agregó el experto.
Frente al tema, nuestro entrevistado sostuvo que cada campo no agrícola y cada rodeo tienen una oferta forrajera, un clima, un stress, una calidad de agua de bebida determinada, a lo cual se suman carencias minerales específicas y parásitos autóctonos. «Teniendo en cuenta estos factores es que se debe confeccionar el plan productivo, comercial, sanitario y reproductivo», agregó. Y reforzó: «Tenemos que ir estudiando los problemas y encontrarles soluciones a medida, sobre las técnicas diagnósticas que disponemos en la actualidad».
Más allá de esto y frente a los desafíos particulares presentes en el Delta productivo, Carnevale explicó que, generalmente, existe mucho trabajo por hacer en la parte reproductiva de la hacienda: mayores problemas con el agua y lógicamente carencias minerales. «Los animales sufren una serie de restricciones: el pasto varía su calidad del verano al invierno. Todo el tiempo hay que estar ajustando los modelos a la zona», sostuvo. En lo que hace a la mayor cantidad de parásitos, el veterinario sostuvo la necesidad de instrumentar controles más estrictos a los que se realizaban en el pasado. «Se deben rotar los antiparasitarios (ivermectinas, albendazol, doramectina, etc) y acompañarlos con controles de minerales, ya que en el Delta los animales toman agua de lluvia», completó.
Cada uno de los novillos que se comercializan desde la isla hacia el exterior (Rusia, por ejemplo) sostienen hoy un valor aproximado de US$ 2 por kilo, (dólar oficial) conformando un valor para animales de 500 kilos superior a los US$ 1.000.
«Producir aproximadamente $5.000 en una zona marginal es y va a ser siempre buen negocio”, explicó el veterinario.
Y agregó: “Todo lo que se pueda invertir en tecnologías de insumos y procesos es importante para optimizar la producción y trasladar más hacienda al Delta. Estamos hablando de una alternativa para no rifar la ganadería», agregó Gabriel Carnevale.
El profesional también se refirió a la necesidad de armar equipos eficientes (camioneros, transportistas, veterinarios y proveedores de insumos) para llevar adelante todo el proceso.
Análisis
Sin lugar a dudas que el planteo propuesto contiene un fuerte componente defensivo para los productores, puesto que el esquema no se vería modificado por subas de impuestos a las tierras o el incremento de los costos productivos: en las islas el pasto abunda y no habría, salvo inundación, un problema de desvío de costos, en el contexto global actual.
«Hay variables que no podemos manejar: no sabemos a cuánto va a estar el dólar o el kilo vivo al momento de venta, pero sí podemos recomendar un costo que no supere los 80 kilos cada 150 producidos.
¿A cuánto los voy a vender? No lo sé, pero si alquilamos los campos agrícolas a no menos de 18-19 quintales, el negocio global seguramente será rentable», explicó el Dr. Carnevale.
«Por supuesto, esto permite (como lo dijimos) vender la soja percibida por alquiler al máximo precio del año, mientras el productor envía sus terneros a la isla y saca los novillos gordos para venta hasta que los granos -fuera de cosecha- se valoricen», agregó el especialista.
Desde su visión personal, la tendencia es confeccionar este tipo de estrategias a fin de ganar toda la suba de precio que se produzca… cuando se produzca, y no tentarse por presupuestar aumentos en un contexto mundial adverso.
A modo de graficar las ventajas del sistema propuesto, el médico veterinario explicó: «En la isla cada novillo nos da un destete», haciendo referencia a que si cada año se le pueden sumar 150 kilos a los animales, se lograría el equivalente a un ternero adicional en el continente.
«El objetivo es cubrir los costos (variables y fijos) y ganar todo lo que la suba de precios permita. Pero en el peor escenario, sabemos que habremos logrado 70 kilos adicionales. Este es sólo un modelo; lo único que no se puede hacer es quedarse con recetas fijas», culminó el médico veterinario radicado en Pergamino, dejando en claro la importancia de su asesoramiento.