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Profesión

Veterinario de fauna silvestre: entre la investigación y las zoonosis

Matías Castillo, veterinario de la reserva formoseña donde se registró el primer caso de rabia en un tapir, nos cuenta cómo es trabajar con animales salvajes.

Motivar | Lizi Domínguez
Por Lizi Domínguez 29 de septiembre de 2024 - 08:00

Era verano, hacía mucho calor en Formosa y Matías Castillo jugaba con agua junto a su hermanito en el patio de su casa. También estaba su perra, que accidentalmente tocó un caño electrificado y murió en el acto. El padre de los niños intentó desesperadamente reanimarla, aunque en vano.

“Me impresionó mucho cuando mi papá trató de salvarla y no pudo hacer nada. Creo que ese fue el punto decisivo. Ahí supe que sería veterinario. Después en la secundaria colaboré con grupos proteccionistas y hasta era miembro de Greenpeace”, recordó el hoy médico veterinario y especialista en fauna silvestre y animales exóticos.

Pocos profesionales y poca literatura

“Nunca me gustó la clínica de grandes animales. Me gustaba la de perros y gatos, pero quería algo más. Siempre tuve reptiles en casa, hamsters, cobayos, me gustaba esa especie de vida, de la que hay un hueco muy grande en la medicina: somos muy pocos los veterinarios de fauna silvestre. Y de los que atendemos no tradicionales, también somos pocos”, observó.

En ese sentido, le comentó a MOTIVAR que no hace mucho lo llamaron desde Las Lomitas, una localidad ubicada en el centro de Formosa, donde encontraron un tatú carreta que, lastimosamente, había muerto. “Son animales en peligro crítico de extinción. Como yo soy el que hace la necropsia, tuve que ver la causa de muerte y demás. Aparentemente tenía una infección pulmonar y estamos haciendo un estudio para corroborar si era tuberculosis”, explicó.

“Ese es un dato bastante importante para veterinarios, porque no se sabe mucho de la especie en sí. No hay muchos estudios. Es muy raro observarlo en campo, es dificilísimo. Hay muy poca literatura sobre el tatú carreta”, advirtió el MV.

El tapir y la rabia

Matías se recibió en 2006 en la Universidad Nacional del Nordeste, en Corrientes, y más adelante se diplomó en el manejo de ejemplares de fauna silvestre. La vida lo llevó por Mar del Plata, y de allí volvió a su Formosa natal, donde armó su familia y abrió su veterinaria.

Además del ejercicio privado, es veterinario en la Reserva Natural Guaycolec, ubicada a 26 kilómetros de Formosa capital, la cual fue noticia hace unos meses cuando se detectó un caso inédito de rabia paresiante en un tapir macho.

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Castillo siguió de cerca el caso e incluso atendió y acompañó en su convalecencia a este ejemplar de una especie emparentada con el caballo. (A propósito, en un principio, se sospechó que su cuadro respondía a encefalomielitis equina, otra zoonosis como la rabia).

Invasión de monos y vecinos encariñados

En la clínica diaria, Matías atiende animales de compañía, fauna silvestre y también algunos exóticos que llegan a su consultorio. En diálogo con MOTIVAR, el profesional relató varias anécdotas relacionadas con la atención de todo tipo de especies, aunque la más relevante y preocupante hoy es la situación que enfrenta Formosa con los monos de la ruidosa especie Carayá, cuya población va invadiendo la ciudad en busca de comida, conforme es desplazada por la destrucción y fragmentación de su hábitat (quema de pastizales).

“El problema es gravísimo, porque los monos, que se desplazan a través de los cables de alta tensión, son muy agresivos y representan un riesgo al ser transmisores de muchas enfermedades zoonóticas a los humanos”, señaló Castillo.

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“Los monos son animales salvajes. Tratamos de explicar y concientizar a la gente de que no son perritos. Pueden traer muchas enfermedades como salmonella, tuberculosis, incluso la fiebre amarilla, que hasta ahora no ha ingresado a Formosa”, alertó el veterinario.

Pero acaso más agresivos que los carayá se han puesto los vecinos de un barrio formoseño, que “no nos permiten acercar siquiera para capturar un mono en particular, con el que se encariñaron, y lo adoptaron como la mascota del lugar. El animal claramente se humanizó. Pero los vecinos no toman conciencia de lo peligroso que es convivir con este animal sin un debido control sanitario”, advirtió Carrizo.

Cabe mencionar que el profesional también se dedica a dar clases sobre manejo de fauna silvestre, por ejemplo, a las fuerzas de seguridad. “Aquí en Formosa hay un área especial que se encarga de capturar animales que están dando vueltas en la ciudad y relocalizarlos en bosques naturales”.

La diaria en la reserva

Matías es uno de los cuatro veterinarios de la Reserva Guaycolec, que está dentro de la órbita del Ministerio de la Producción de Formosa. “La labor diaria consiste en revisar a los animales que están en cuarentena por alguna lesión. Por ejemplo, hace un tiempo ingresó un zorro natural de Formosa, chocado en la ruta, y tenía un traumatismo craneal. Estuvo con antinflamatorios y vitaminas para recuperarse. Cuando estuvo bien fue liberado”, comentó.

Y señaló: “Ahí hubo doble negligencia: la persona que lo chocó, lo abandonó. Y quien lo encontró, lo recogió, y eso es muy peligroso porque el zorro es portador de rabia”.

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Asimismo, los veterinarios se encargan, entre otras tareas, de desparasitar a los animales de la reserva al inicio del invierno y del verano, y “ahora tuvimos que implementar el plan de vacunación antirrábica en tapires, cérvidos y jabalíes, cuyo manejo se desconoce para la fauna silvestre”.

Es que “no es como con el perro o el gato, que sabemos que demandan una vacunación anual. Las respuestas en otras especies pueden ser diferentes a las esperadas. Inclusive pueden surgir reacciones o sintomatologías. Nos guiamos por la experiencia de otras reservas, como algunas de Misiones, donde tuvieron casos de rabia”, señaló.

Reubicación y repoblación

La reserva formoseña está en un predio de 150 hectáreas cedidas en comodato al Estado en los ‘80. El resto de la Estancia Guaycolec tiene más de 7.000 hectáreas privadas dedicadas a la producción bovina. Allí también hay áreas boscosas e incluso un riacho, el Pilagá, que atraviesa toda la provincia y desemboca en el río Paraguay.

Es todo un corredor biológico donde se movilizan especies nativas. Y allí mismo es donde se realizan muchas de las liberaciones de las especies nativas recuperadas, recapturadas o rescatadas.

Según el último censo, la reserva cuenta con alrededor de 105 animales de la fauna silvestre y también algunos exóticos, que, lastimosamente, no se pueden liberar. “Ahora estamos con unos monos ardilla, viendo si los podemos repatriar a Bolivia”, contó Castillo.

“También tenemos reproducción de tapires. El macho que justamente murió de rabia, era el reproductor de la reserva. Tuvo dos crías: una se mandó a Tucumán, donde están extintos a raíz de la caza ilegal y estamos ayudando para su repoblación”, añadió.

Por el contrario, en Formosa "la caza furtiva casi no existe y por eso es muy rica en fauna, está casi virgen. Y por eso mismo es que cada tanto registramos yaguaretés, tatú carreta, animales en peligro crítico”.

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¿Y las aves?

En Guaycolec también resguardan guacamayos rojos que, “a través de un programa del que somos parte, son liberados en los Esteros del Iberá”, destacó Castillo.

Y sobre los loros, el veterinario advirtió una vez más el peligro de capturarlos y “mascotizarlos” porque es muy común hallar casos de psitacosis, una enfermedad bacteriana que ataca las vías respiratorias que “es muy difícil de diagnosticar”, indicó el MV.

“Hay gente que compra loros en la ruta, sin saber de dónde viene. Esos animales, ante una baja defensas, desarrollan la enfermedad y la contagian. Hay casos de compañeros de trabajo que tenían un loro y se contagiaron. Y la enfermedad es grave, puede incluso llevar a la muerte”, advirtió.

Mascotismo

Finalmente, Castillo se pronunció de lleno en contra del mascotismo, que “está prohibido, no es legal”, sentenció.

“El animal silvestre simplemente no puede vivir con el ser humano, porque está adaptado después de generaciones y generaciones a vivir en la naturaleza y lo están metiendo en una casa. No se pueden tomar animales salvajes y adoptarlos como perritos, como una mascota. Eso no está bien y es muy peligroso, ya sea por zoonosis o por las heridas que puedan provocar”, concluyó.

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