Toda vez que alguien acepta el desafío de explicar los bajos niveles de adopción tecnológica que se perciben en las distintas actividades pecuarias que se llevan adelante en nuestro país, comienza haciendo referencia a la idiosincrasia del sector, a su espíritu tradicionalista y a aspectos culturales que debe considerarse. Esta primera característica se plantea como barrera para lo que sigue.
Nadie duda del impacto de la tradición, de la transmisión de conocimientos de generación en generación y todo aquello que esto conlleva. Sin embargo, no podemos aquí menos que destacar la mala información con la que muchas veces productores y veterinarios cuentan a la hora de tomar sus decisiones.
“Me dijeron en el pueblo”; “acá eso no funciona”; “prefiero seguir haciéndolo como siempre” y otras tantas son las frases (creencias) que terminan siendo tomadas como verdades absolutas, sin que necesariamente lo sean.
Trabajos realizados con una base estadística pobre; estudios inconclusos y conclusiones tomadas sin sustento científico, son las que muchas veces terminan haciendo mella en la mente de las personas.
Claro que muchas veces los propios proveedores de dichos insumos contribuyen al desconcierto general, con mensajes comerciales y poco sustento técnico, lo cual promueve el debate eterno sobre temas que, en muchos casos, han mostrado resultados que escapan de cualquier tipo de “opinión”.
Esto que muchas veces ocurre en un sector veterinario plagado de rumores, suposiciones y dichos, no escapa al fenómeno global que cada vez ocupa un lugar más destacado en los procesos de comunicación colectivos: la posverdad.
Tan importante ha sido la irrupción de este concepto en la sociedad moderna, que hasta la Real Academia Española ha decidido sumarlo a su diccionario, destacando que se trata de la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
“Las aseveraciones dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público”, sostuvo recientemente el director de dicha institución, Darío Villanueva.
Como tanta veces hemos indicado en este espacio, la mayor difusión en cuanto a la utilización de planes sanitarios productivos será más factible de lograr si se sustenta en la comprobación real de su impacto sobre los rendimientos.
Asimismo, será estratégico que las partes involucradas en el asesoramiento al productor puedan consensuar mensajes únicos, fundamentados y realistas que estimulen una adopción consciente de la tecnología disponible.
De la misma manera, los médicos veterinarios deberán reconocer la importancia que tienen sus dichos y recomendaciones entre los productores, propiciando siempre volcar información validada no solo en cuanto a su veracidad per se, sino también respecto de su situación en el presente.
Como, por ejemplo, puede ser puntualmente en el caso de la utilización de vacunas para prevenir las distintas enfermedades.
El tiempo pasa, las producciones se intensifican y la ciencia avanza. Es momento de agregarle valor a las palabras y, por lo tanto, al asesoramiento.
lunes 07 de octubre de 2024