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La fisiología del lechón

31 de marzo de 2010 - 23:08

 

sello-bienestar-animal

Por el Dr. Rodolfo Acerbi

Docente de la Facultad de Ciencias Veterinarias de Tandil

Continuando con la temática planteada en la edición anterior, nos referiremos a los aspectos del bienestar animal, relacionados con la fisiología del lechón.
En este sentido, y tal cual lo expresa Antonio Velarde, el tipo de placenta epiteliocorial de algunas de las especies de abasto, como la porcina, impide el paso de immunoglobulinas, lo cual implica que la immunidad que se adquiere a través del calostro juega un papel trascendental. La ingestión rápida del calostro justo después del parto también es fundamental para que el lechón disponga de la energía necesaria para evitar la hipotermia. Cabe destacar en este sentido que los lechones con síntomas de malnutrición o de hipotermia asumen un riesgo mayor de ser aplastados. En consecuencia, la vitalidad que el animal demuestre tras el parto es básica para que pueda acceder a la ubre, «competir» por un pezón e ingerir el calostro rápidamente. Diversos factores que intervienen en la vitalidad del lechón: la hipoxia en el momento del parto, factores fisiológicos internos y el peso al nacimiento.

Hipoxia durante el parto
El parto normal de una cerda puede durar de 90 a 180 minutos (o más según el número de parto), durante los cuales el aporte de oxígeno a los lechones se interrumpe en cierto momento que puede variar.
Distintos estudios demuestran una correlación entre un grado superior de hipoxia y una mayor latencia para mamar, mayor mortalidad neonatal o menor vitalidad del lechón.
Como se ha citado, el estrés durante el parto puede inhibir la hormona oxitocina e inducir duraciones superiores en los partos: las medidas sugeridas son favorables también para aumentar la vitalidad, porque reducen el grado de hipoxia que este experimenta.

Madurez hormonal y metabólica
 Algunos estudios han sugerido que las concentraciones sanguíneas de diversos metabolitos y minerales se diferencian entre lechones con mayor y menor riesgo a morir. Así, se ha descrito que los lechones con mayor susceptibilidad a morir presentaban niveles más bajos de hierro al nacimiento, mayores niveles de calcio y fósforo o menores niveles de estrógeno. Estas diferencias se han vinculado a un retraso en la madurez fisiológica del lechón, que algunos autores han asociado a un efecto negativo de la selección llevada a cabo durante las últimas décadas para aumentar la prolificidad y el crecimiento muscular. Recientemente también se ha estudiado el efecto de los ácidos grasos de cadena media y larga sobre la supervivencia del lechón, puesto que en distintas especies se ha demostrado que estos ácidos influyen sobre el desarrollo neural y la función cerebral. La suplementación con este tipo de ácidos grasos, tanto de la dieta de las madres, como de los propios lechones durante los primeros días de vida, se observa que reduce el riesgo de mortalidad en lechones, probablemente a causa de un aumento de la madurez neurológica del lechón, y en consecuencia, de su vitalidad.

Peso
El peso al nacimiento y la variabilidad de pesos dentro de la camada, se han asociado con la supervivencia y la vitalidad del lechón. Algunos de estos autores han observado que los lechones con pesos superiores conseguían tomar el calostro antes que los lechones más pequeños y experimentaban una reducción de la temperatura rectal inferior. Por lo tanto, los lechones con pesos relativos inferiores manifiestan más problemas de termorregulación debido a su ratio superficie-masa corporal superior, son menos competitivos en la ubre y acaban ingiriendo menos calostro. Todo ello reduce su vitalidad y les hace más susceptibles a ser aplastados por la cerda, puesto que permanecen más tiempo cerca de ella. Cabe destacar que los lechones menos vigorosos suelen ser menos eficaces para proporcionar el estímulo adecuado para mantener la lactación. En este sentido, en la conducta de amamantamiento se observan tres fases: la estimulación de la glándula mamaria, la eyección y una tercera fase de nueva estimulación. Mientras que la primera fase de estimulación depende del esfuerzo colectivo de todos los lechones, esta tercera fase es individual y tiene el objetivo de estimular la síntesis de leche en esa mama para el próximo episodio de amamantamiento. De esta manera, lechones menos vigorosos estimulan una menor producción de leche y las diferencias se incrementan. Por lo tanto, uno de los puntos a considerar para aumentar su supervivencia es minimizar la variabilidad de pesos dentro de una camada. La práctica de las adopciones ha sido una de las estrategias utilizadas tradicionalmente para homogeneizar camadas. Es importante destacar que la eficacia de estas adopciones es muy superior si se efectúan antes de las 24 horas de vida, puesto que las cerdas empiezan a reconocer a sus lechones a partir de las 12 horas y esta capacidad alcanza su máximo a las 24 horas. Los lechones reconocen los gruñidos de su madre a partir de las 36 horas aproximadamente.
Por lo tanto, realizar las adopciones antes que estos mecanismos se hayan puesto en marcha evitará problemas como la agresividad de las cerdas hacia los lechones o entre lechones que establecen un orden de amamantamiento estable durante los tres primeros días. Otros aspectos que se ha visto que mejoran la efectividad de las adopciones son dejar a cada cerda con el número de lechones que se corresponden a su número de pezones y que sería habitual para su número de parto, así como también administrar calostro caliente a los lechones adoptados.

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