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BALANCE Y EXPECTATIVAS PARA EL SECTOR PRODUCTIVO

¿Y cuándo pasamos a la acción?

Motivar | Facundo Sonatti
Por Facundo Sonatti 17 de febrero de 2017 - 10:40

La brecha entre las potencialidades de la producción argentina y los crudos números de la realidad se explica, en gran medida, por la inacción e ineficiencia manifestada durante años de estancamiento.

Argentina es un país colmado de potencialidades.
La sensación inequívoca que atraviesa a buena parte de la sociedad se sintetiza en un “nos merecemos ser algo más de lo que somos”. Y el sector ganadero argentino no es ajeno a esa sensación. Basta con repasar algunos números o participar de un par de seminarios sobre la actividad para anoticiarse que los niveles actuales de producción de carne y leche están bien lejos de lo que el país realmente puede ofrecer a un mundo demandante de alimentos.
Lo llamativo de esta reflexión, repetida en diversos claustros, es que no se traslada a la acción; y lo que es aún más intrigante es la inacción de los productores que, con cifras elocuentes a su favor, no avanzan hacia una expansión de la frontera productiva, mejorando sus propios ingresos.

Bovinos de vacaciones

Las pérdidas anuales que sufre el sector ganadero por la implementación de un plan sanitario deficiente representan un agujero de $28.000 millones cada 12 meses, según cálculos recientes de un estudio realizado por la Cámara Argentina de la Industria de Productos Veterinarios (Caprove).
“Hay un sobre-entendimiento de lo que hace el productor en materia de sanidad: se cree que vacunar contra aftosa es suficiente para decir que se cumplió con el propósito sanitario. Eso no es así”, sentenció Juan Carlos Aba, presidente de la mencionada Cámara.
Por su parte, Fernando Canosa -asesor ganadero de la firma ADBlick Agro- sostiene frecuentemente que, si se llevase los niveles de preñez de los actuales 63% a un promedio nacional del 75% (cifra que ya alcanzaron los productores de la Pampa Húmeda), se podría incrementar la producción de carne hasta las 5 millones de toneladas por año.
La eventual ecuación duplicaría los volúmenes actuales y equipararía la demanda interna con los despachos al exterior, generando un saldo exportable superior a los US$ 12.000 millones.
No hace falta describir el impacto que generaría este potencial incremento en la producción, tanto en los sectores primarios relacionados, como en las exportaciones (en los últimos tiempos, las ventas al mundo apenas superaron los US$ 1.100 millones al año).

Vaca muerta

Si se pone la lupa sobre la producción láctea, la brecha entre la realidad y las aspiraciones del sector se amplían también considerablemente.
Nuestra Argentina produce lo mismos litros cada año desde hace casi 20 primaveras.
El último gran salto productivo se dio en la década del ’90, cuando los volúmenes subieron un 70%, al pasar de 6.000 a 10.300 millones de litros.
Desde entonces y salvo honrosas excepciones, la producción osciló en torno a ese pico alcanzado en 1999.
Mientras tanto, por citar solo un ejemplo y con menores ventajas comparativas, Perú duplicó su producción entre 1999 y 2012.
Para el especialista israelí en estrés calórico Israel Flamenbaum, el sector lechero argentino pierde aproximadamente 3.000 litros de leche por vaca cada año al basarse en un sistema pastoril que no protege a las vacas de la radiación solar con suficiente sombra y no logra mitigar correctamente el estrés calórico mediante un buen enfriamiento en los meses requeridos.
Solo si se atendiese con responsabilidad este factor, la producción local podría incrementarse un 50%, sin necesidad de aumentar el volumen de vacas en ordeñe.

Manos a las obras

Argentina es un país de potencialidades, pero también uno ineficiente.
La distancia que separa los números actuales de los objetivos que promete alcanzar cada rubro del sector agroganadero está plagada de obstáculos que se resumen en una enorme ineficiencia.
Este mote no atraviesa a todos los productores por igual, pero sí a una buena parte de ellos, la cual históricamente suele repetirse haciendo siempre lo mismo, en lugar de cambiar.
En este escenario, el rol de los médicos veterinarios será entonces fundamental para guiar, aconsejar, resaltar e, incluso, instar a sus clientes a cumplir con sus obligaciones y a aspirar con una mejora continua para dejar atrás los potenciales y pasar lisa y llanamente a la acción.

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